Bailaba como una musa
entre orbes de cristal
y entre la espuma del mar,
en salones de Siracusa.
Ay bailaba tal
como un ciervo entre la hierba,
y tras sus ropas de niebla,
una Pléyade sensual,
y era un agrado ver
cuando su pelo mecía
eso a mi me parecía
un rojo atardecer,
mas yo sólo sonreía
y me entregaba a su danzar
por entero como un barco
que se mece con el mar.
viernes, 2 de julio de 2010
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