miércoles, 25 de junio de 2014
Esfinge del enigma, cualquier respuesta me significaría la muerte. No mal interpretes mi silencio.
Yo te exhorto a enfrentar el horror, a enarbolar el desafío como himno nacional.
Te desafío a despercudir la felicidad, que de nuestras entrañas sabes que llama.
A cuantos pasos del borde del abismo brotan las alas,
ciertamente aunque fuera en el último, valdría la pena saberlo;
yo ya me lancé ,
paracaídas de fe.
Estoy jugando con la mano descubierta
ofreciendo el pecho al cuchillo.
Abriendo el pecho como un lago
esperando que te sumerjas en él tú.
Ya no temas más.
aceptemos la felicidad
como labor vital, como fin
como llama Benedetti,
defendamos la alegría de las ausencias transitorias y definitivas
pero, ¡Atención! te llamo a venir corriendo con la calma del tiempo necesario,
sin prisas, no quiero ser autoritario,
sin obligaciones,
déjame primero terminar tu santuario
rápido ven corriendo, al paso que te permita tu herida,
rápido busca con calma cual es la mejor salida
rápido que no voy a exigirte, sacrificios que no merezco
que tu corazón me de solo lo que para mi tiene, solo mi medida
que por el resto yo me enfrento.
y si el tiempo me sostiene, en inconclusa despedida,
sabes que permanezco, que aquí estoy para cuando hayas vuelto.
Yo te exhorto a enfrentar el horror, a enarbolar el desafío como himno nacional.
Te desafío a despercudir la felicidad, que de nuestras entrañas sabes que llama.
A cuantos pasos del borde del abismo brotan las alas,
ciertamente aunque fuera en el último, valdría la pena saberlo;
yo ya me lancé ,
paracaídas de fe.
Estoy jugando con la mano descubierta
ofreciendo el pecho al cuchillo.
Abriendo el pecho como un lago
esperando que te sumerjas en él tú.
Ya no temas más.
aceptemos la felicidad
como labor vital, como fin
como llama Benedetti,
defendamos la alegría de las ausencias transitorias y definitivas
pero, ¡Atención! te llamo a venir corriendo con la calma del tiempo necesario,
sin prisas, no quiero ser autoritario,
sin obligaciones,
déjame primero terminar tu santuario
rápido ven corriendo, al paso que te permita tu herida,
rápido busca con calma cual es la mejor salida
rápido que no voy a exigirte, sacrificios que no merezco
que tu corazón me de solo lo que para mi tiene, solo mi medida
que por el resto yo me enfrento.
y si el tiempo me sostiene, en inconclusa despedida,
sabes que permanezco, que aquí estoy para cuando hayas vuelto.
Magnolia V
En
el jardín del frente hay rosas naranjas, que ganas de robar una.
El
patio de mi casa era de tierra, tenía un perro flaco y negro que no logro
recordar muy bien, el techo era de planchas amarillas semitransparentes y unos
cordeles para tender la ropa cruzaban el patio de un extremo al otro, un día
puse una silla y me subí para colgarme de uno de los cordeles, cuando lo hice,
obviamente el cordel no resistió y se cortó, me caí al suelo, botando la silla,
me hice una herida en la rodilla. Saqué el cordel entero para intentar que
pasara desapercibido y me hice el tonto con la herida, no lloré. De todas
formas me descubrieron.
Recuerdo
vagamente haber visto al papa Juan Pablo II cuando visitó nuestro país, tengo
una idea de las personas que me acompañaban, y de las cosas que pasaron. Luego
supe que extrañamente eso había ocurrido varios años antes de que yo naciera.
El santo padre se reunió con el dictador. Y después es uno el loco y el mundo
el cuerdo.
Me
pediste que te recomendara un libro o un autor, que querías leer algo nuevo,
persona que no recuerdo quien eres, y me acuerdo que te dije casi
maquinalmente, “Cortázar, Rayuela” y un segundo después te dije “¡No! olvida
eso, no leas Rayuela, mejor lee Dostoievski, Los Hermanos Karamazov o Crimen y
Castigo, o quizás algo de Tolstoi, La Guerra y La Paz, o Ana Karenina, te los
puedo prestar yo si quieres, pero no leas Rayuela, por favor no, al menos no lo
hagas por recomendación mía. No quiero ser el culpable de que hayas leído la
Rayuela y de todo lo que pueda pasar después”. Persona que no recuerdo quien
eres, espero sinceramente que no lo hayas leído.
Cuando
me miras a los ojos intentando robarme la vida de los míos, me miras con hambre
y saciedad, suplicándome con la vista que te explique lo que sientes. Miras a
mis ojos que se miran en los tuyos, con una mirada ardiente que trata
derretirme para fundirme en ti, extrañas la unidad primitiva ¿Y de verdad crees
que yo puedo saciar lo que tiene hambrienta a tu alma?
El
Santuario de Santa Teresa de Los Andes aún está inconcluso. Me gustaba ir
porque mi papá compraba volantines y dulces de merengue, además había pasto y
se podía jugar a la pelota. Era divertido el cínico aire de solemnidad que
adoptaban las personas al entrar al templo; divertido porque se sabía que eran
personas sin principios, y que sólo iban para allá por egoísmo, porque en su
mitología ridícula, ir a rezarle una vez
al año les iba a ayudar a obtener las cosas que querían. Normalmente dinero, o
más dinero, y cosas materiales como autos, casas, etc.
Recuerdo
que algún compañero de colegio, no sé quien, tiró la pelota con la mano. Todos
saltamos en un enredo enorme de cotonas café, bototos negros y preadolescentes
transpirados. Empinándome con esfuerzo, mi cabeza prevaleció por sobre las de
los demás conectando con la trayectoria del balón, pero en ese mismo momento,
inexplicablemente y contra todas las leyes de la lógica, de alguna manera una
pierna con su respectivo pie y bototo se elevó de tal manera que me pateó entre
el cuello y la nuca. La vertiginosidad de la situación me hizo cerrar los ojos.
Luego caí al suelo quejándome profusamente, y al abrir los ojos, la primera
persona que vi en frente mío fue asumida por mi cerebro inmediatamente como
culpable. Un niño más bien gordo y con cara de ratón, se llamaba Daniel. Era
mucho más bajo que yo, y claramente no tenías las aptitudes morfológicas ni
gimnásticas para la pirueta necesaria
para patearme el cuello en un salto. Fue un mecanismo de consuelo para
mi autoestima. Siempre supe que a pesar de que irracionalmente vinculaba su
rolliza humanidad con mi infortunio, no había sido él. Quién fue, nunca lo
sabré. El culpable guardará el secreto hasta la tumba.
Cuando te fuiste, Magnolia, dejé de
escribir, estaba convencido de que no podía seguir sin ti, y qué pocos días me
tomó olvidarme de esa convicción, volver a escribir inconscientemente, escribir
por instinto. Pensé que sería muy dura la espera, y cuando me di cuenta, ya ni
me acordaba que seguía esperándote.
- El hoy es ahora, no esperes al mañana
que puede no llegar a ser hoy, menos si estás hablando con un suicida, te
puedes sorprender Magnolia-.
-
¿Me estás amenazando? Si me regalas dieciséis primeros besos, diecisiete
últimas oportunidades. No te olvides de mi paciencia también Tristán, que te puedes
sorprender. Tengo gran confianza en el
futuro porque te conozco, se que estás encerrado en el laberinto rectilíneo,
estás esperando a que el laberinto te deje salir, eres demasiado humano para
arrancar volando.
Yo
sé que con esa mirada buscas desarmarme.
¿Te
has puesto a pensar en la manera en que nos encontramos los humanos sobre la
tierra? es decir, he estado viendo algunos trabajos de Marina Abramovic y Ulay,
que ni siquiera se refieren a esto, pero me han hecho reflexionar, hay una
fotografía en que salen los dos, uno frente al otro, en actitud como de estar
gritándose mutuamente. Sácales la ropa, sácales el fondo y ponlos en un bosque
o en un campo, y piénsalo de nuevo, desvístelos de su cultura, quítales su
civilización, y velos como animales netos, sólo como un atado de carne nervios
y huesos. Qué horrible. Compartimos este lugar común que es el planeta en una
lógica de violencia y enfrentamiento, debe ser una contradicción biológica,
existir para andar por ahí recorriendo el mundo chocando unos con otros.
Inventamos el lenguaje, me acuerdo alguna vez haber aprendido sobre la lógica
formal, es sorprendente, admirable sin duda, el desarrollo de un lenguaje
infalible, claramente le debemos mucho a ello. Pero a pesar de todo eso, se nos
hace abismalmente difícil poder comunicarnos, no emitir y recibir sonidos, sino
que comunicarse de verdad, participar de la realidad del otro, y hacer
partícipe al otro de la nuestra, comprender lo que el otro quiere transmitir,
ponerse en su lugar, entenderlo de una manera tal que nos sintamos ser el mismo
emisor de lo que estamos oyendo, leyendo, sentir como él siente gracias a lo
que el otro nos está comunicando. Podemos estar tan cerca del otro y a la vez
estar tan lejos ¡Tan lejos! A veces cuando voy por la calle o cuando estoy
entre medio de otras personas me da la impresión de estar viendo sólo a ciegos
y sordos gritándose absurdos monólogos unos a otros, incluso a veces estando
frente a frente. Y lo siento aún más cuando me sucede a mí, que por más que
hablo con alguien, sé que no me está escuchando, o cuando alguien me está
hablando a mí, a pesar de que le presto atención, simplemente no puedo
compartir lo que me está ofreciendo, y me pregunto, cómo podemos ser tan
miserables. Pero contigo, Magnolia, algunas veces sentí cruzar ese abismo, fue
aterrador. Fue una sensación de desnudez el tenderte la cuerda para que
cruzaras hacia acá también, y luego cuando te devolviste por ese puente
Magnolia, no lo quiero recordar.
A
veces me demoro a propósito cuando paso por afuera de tu casa, esperando que me
gane la debilidad
Recuerdo
un momento terrible en que estaba en mi pieza, y de pronto, sin ningún motivo
especial, empecé a sentir como si la ropa me apretara, me inquieté súbitamente,
el calor me sofocaba, un calor que no era real, pero que se sentía ciertamente
muy espeso y pegado a la piel, y las paredes se inclinaban sobre mí,
amenazantes, y el techo pendía como de un hilo, ansioso por aplastarme. Comencé
a sentir de repente un vacío que quemaba como el hierro caliente, la piel
tirante, y no podía dejar de frotarme las manos y de empuñarlas y apretarlas
desesperado. Luego comencé a restregarme la cara frenéticamente, a pasarme las
manos por el pelo y después a tirármelo, a intentar con fuerza abrir un poco el
cuello de la camisa que me tenía encerrado. Y me rendí ante un bombardeo de
recuerdos de frustraciones que no pude ignorar, no pude sacarlo de mi mente,
estaba teniendo el ataque de ansiedad y soledad más fulminante que nunca hube
experimentado antes. Me abalancé sobre la última cajetilla de cigarros y estaba
vacía, quería borrarme por completo. Luego busqué por todas partes algunas
monedas para comprar más cigarros, no encontré nada, o más bien solo algunas
monedas de diez pesos que no alcanzaban para nada. Volví a sentarme
desesperado, tenía unas ganas de morir como pocas veces tuve, y me asusté mucho
pensando que estaba enloqueciendo, que se me estaba desatando la amenaza de
esquizofrenia congénita que siempre estaba presente, pero ahora más real que
nunca, como una baliza a poca distancia que anunciaba el colapso, y al mismo
tiempo la desesperación se materializaba en un deseo de hundirme en una muralla
de humo de cigarro que me noqueara, que me despedazara, que me regalara un
momento de inconsciencia, de tranquilidad absoluta. Todo esto iba aumentando
exponencialmente, y por más que intentaba pensar qué era lo que me estaba
pasando, no podía encontrar ningún motivo. Puse música, Blue in green, Miles
Davis, siempre me tranquilizaba, pero ahora tampoco estaba resultando. ¡Qué
poco me conocía! No sabía qué me estaba pasando ¿porqué?, ¿será porque hoy te
vi, Magnolia, o será por otra cosa? Qué era lo que estaba desatando esta
desesperación, no lo pude saber. Habían tantos otros motivos para estar
preocupado, tantos problemas del mundo y problemas del alma, y ningún refugio
contra ellos que no fuera el cigarro, y sin embargo sabía que eso me estaba
matando también, tú misma me lo dijiste un día Magnolia, que escuchabas el
cansancio de mi pecho, como me rogaba por un descanso. Y mi abuela estaba
muriendo de cáncer de pulmón, y sin embargo no podía encontrar ninguna
escapatoria que no fuera llenarme de ese desagradable humo. Y busqué ayuda en
una amiga, ella podría decirme algo que me tranquilizara, pero no, sus propios
problemas eran tan grandes que no me atreví a cargarle los míos, es más,
después de hablar con ella quedé más acongojado de lo que estaba, y no había
nadie para darme un abrazo que me protegiera de esta inmensa soledad, en una
maldita ciudad de más de cinco millones de habitantes, y nadie que me pudiera
contener. Pasé por tu casa y no estabas o no me escuchaste, o no me quisiste
escuchar, y tuve que seguir corriendo para ver si con la velocidad dejaba atrás
estos fantasmas. En una esquina me vi atrapado por el viraje amplio de una
micro que pasó casi rozándome, y tuve un impulso anónimo de arrojarme a su
encuentro, hubiera sido lo mejor, pero sólo iba a servir para echarle a perder
el día a más personas. La gente que venía en la micro, cansada del trabajo, y
el chofér que probablemente iba a intentar evitar atropellarme, y si no lo
lograba iba a tener que pasar muchas horas en fastidiosos trámites, y la gente
en sus autos que se iban a quedar atrapadas en la congestión, la llegada de
Carabineros, la ambulancia, los gastos médicos, la recuperación, el dolor, las
secuelas… Y yo sólo quería que me dieras media hora de tu tiempo para
tranquilizarme, o que alguien me disparara simplemente, o por último cruzarme
en el trayecto de una bala anónima, innominada y perdida, para no tener que
recurrir de nuevo al humo inmundo del cigarro que ya odiaba como odia el adicto
a la heroína, y que me estaba matando
también pero de una forma ciertamente mucho más lenta, insoportáblemente lenta,
y mucho menos poética a lo que sería beber la cicuta o cortarme las venas en
una tina con agua tibia, o ahorcarme desde la rama más gruesa del árbol de tu
jardín, o lo que fuera con tal de no tener que volver a esta prisión
desesperante que es mi habitación, a seguir escribiendo este libro
insoportable.
Magnolia IV
Sofía, yo te llamé Gardenia desde el
primer momento que te vi, aún antes de haber conocido a Magnolia, y aún después
de haberme sanado de ella. Sofía, tenías unos ojos de misericordia que no
podías evitar, parecías mirar con piedad a todo el que se te acercara, aunque
no fuera así. No tenías maravillas, Sofia, nunca fuiste más que un barco
perdido, naufragando en un puerto, nunca llegaste más lejos que el vuelo del
pájaro enjaulado, no bailaste con el silencio del cielo astronómico.
Un día me diste la espalda Sofía,
clavándome con un Do profundo en la pared del vacío donde tú vivías todos los
días, me atropellaste de la misma manera con que un alacrán acaricia a las
larvas. Estará demás decir que nunca aprendiste el lenguaje de las panteras ni
la mímica de los camaleones. Siempre fuiste pésima pescando estrellas dormidas.
Pero a pesar de todo eso, debo decir, Sofía, que nunca hubo una persona que
saltara sobre los rejas de las bibliotecas y construyera puentes de rescate mejor
que tú, jamás vi una mariposa que se comparara a tu vuelo entre las páginas,
dibujando con su estela pedazos de poetas, caballos de Dalí, grandes fiestas de
Baco, fabulosas luchas contra titanes en el centro del universo, en la prisión
cósmica, ganando al tiempo y al espacio como trofeos invaluables, patrimonios
de los ojos y del alma. Sólo tú alguna vez me amalabaste el noema, Sofia,
recuérdalo, esos salvajes ambonios que se espejunaban, se apeltronaban y se
reduplimiaban sobre tus hurgalios, junto a mi troc, hasta que balparmándome los
murelios bebíamos de la misma copa gritando con júbilo ¡Evohé!¡Evohé!
Te miraba, Sofía, desde la ventana de
tu pieza, como cerrabas la reja y volvías a entrar, yo te estaba esperando,
sentado en tu cama. Me puse la camiseta porque de pronto sentí un poco de
vergüenza. Siempre me sentía repentinamente ajeno cuando estaba desnudo en tu
cama después de haber hecho el amor, te gustaba abandonarme siempre, siempre
tenías un motivo distinto para levantarte y hacer algo en vez de quedarte
conmigo. Siempre tuviste un motivo para no estar conmigo. Te ibas saltando por
un camino de piedras que no sonaba, que no se veía. Cuando yo te invadía me
abandonabas en un mundo en el que no se dan las gracias, en el que las manillas
del reloj se mueven cada una en distintos sentidos. Y tú forma de acompañar era
el silencio sordo, que resuena en los oídos como un silencio negativo, no
ausencia de sonoridad, sino presencia de desgano comunicativo , y tu forma de
no estar era una ola que con su embestida siempre arrastraba arena hacia el
mar, pero siempre seguía habiendo más.
Y de pronto subías las escaleras con
tus pisadas de lobo hambriento, y llegabas arriba y me mirabas con tus ojos de
ocelote disimulando, disparándome sin hablar un odio que no comprendía. Ya
sabía lo que querías; que me marchara, pero no te lo iba a dar tan fácil. No me
soportabas un segundo más de lo que te duraba el orgasmo, como una lluvía que
caía sobre todo Santiago, por veinte minutos, por veintidós minutos, por treinta
y seis minutos, volver a empezar, por treinta y tres minutos más, o por
veintinueve minutos más, y luego recogías tus manos desde todas partes, tus
dientes, tus ojos desparramados por el suelo, debía separarte alquímicamente de
la sábana enterrada, del ataúd colchón en el que morías, en el que me querías
matar y te revivías, y yo te buscaba tu mirada con la mía y no la encontraba
sino de casualidad pasando de esconderse entre la pared y el suelo, y entre el
suelo y la ventana, y entre la ventana y la puerta. Y cuando la encontraba, tu
mirada me silenciaba el pensamiento. Nunca te entendí. Nunca entendí a nadie.
Que ganas de decírtelo, de gritarte ¡Toma tu antipatía y ándate al carajo! Pero
era más que eso, era un bosque que habitaba afuera de tu habitación, un puente
roto que brotaba desde ti en todas las direcciones. ¿Todavía piensas en ese
charlatán que te lee Rimbaud sin pintar la alquimia del verbo con los colores
de la basura de ayer?
De
verdad, no he conocido a ninguna persona que no fuera una isla, ninguna persona
que no fuera imposible de alcanzar en su profundo más centro. Que tarea la
imposible. Que soledad la insondable. Y todos andan correteando por ahí
ansiosos de felicidad, tan obligados a desear la felicidad, si la alcanzaran
seguramente no la disfrutarían, el espacio del deseo, el saco roto. El anhelo
de la felicidad te hace consciente de su ausencia. Desear es asumir su
ausencia. Sigues siendo infeliz por andar buscando la felicidad, Sofía, y que
culpa tengo yo.
Te robaría, Gardenia, a ti, o en
verdad, a cualquier otra, o a Magnolia. Si el amor predefinido existe, entonces
no eres especial, si no existe, entonces no lo eres tampoco, entonces puedes
ser cualquiera y no ser tú, cualquier nombre que empiece con S o con F o con B,
o con C, o entonces cualquier chica que he visto agachada en la calle
recogiendo un gatito, o te he visto en cualquier fila de supermercado, o
acostada en un sillón jugando con tus pies, o entonces te he visto desde una
ventana muy alta, sentada en una plaza esperándome que termine de trabajar.
Quizás te he dicho ¡hola! En un ascensor entre un piso 6 o un piso 15, y me
bajo a continuación con el pecho lleno de palabras. O fuiste la aguja que me
tatuó el brazo, o la mano que sostuvo la aguja, o el pelo casi crespo, los ojos
casi hermosos que vi a través de los lentes, el dolor casi paciente que soporte
mirándote. Tal vez fuiste la que imaginé cuando leía Stendhal y que atrapé
luego en un libro empastado en imitación de cuero verde con letras doradas, la
que se clavó como una aguja a martillazos en un dibujo de mi pared,
inconsciente de estar dibujando milimétricamente tu retrato fallido, oculto en
un dios hindú de cuatro brazos desproporcionados, que luego tuve que borrar y
volver a dibujar por ser insoportablemente alegórico. La que intenté ignorar
estoicamente cuando te vi en el metro y luego corriste a saludarme con tu cara
de fantasía intacta como la primera vez, y me conversaste con tu agitación que
tanto conozco, que no puedes ocultar, atropellando las palabras como sólo lo
haces tú cuando estás nerviosa.
De
verdad te robaría, te encerraría en un día nublado que amenaza con llover,
porque sabes que esos días son los nuestros, y porque sabes que sé que también
en estos días así piensas en mí. Y así nunca más podrías huir. Podría retenerte
por más de dos semanas, que es lo que dura el ciclo de tu apego. Andando y
desandando la misma historia, borrando todas las noches lo escrito para volver
a escribirlo y volver a borrarlo para volverlo a escribir. Magnolia, sabes que
si quiero te escribo un poema. ¿Qué diferencia tendría si la próxima vez te
hiciera el amor en la luna? ¿Con que fe me duermo cuando despiertas del sueño
de haber dormido que soñabas que tu fe me duerme despierto cuando crees que no
creo, y creo que crees que sueño con tu sueño y no sabes que sé qué crees que
quizás mañana, quizás otro día, y quizás te duermes en tu fe que piensa que sé
y sabes que pienso que no crees en lo que sabes, que más bien no sabes en lo
que crees, que esperas que crea lo que crees para creer que te crea, querer que
te crea para creer que también quiero creer lo que crees, creer que en esta
vida también, que en esta vida si, que en esta vida aunque, que en esta vida
siempre.
¿Te puedo contar un secreto, Magnolia?
Cada vez que paso por afuera de la casa donde vivías, miro tu ventana, esa
ventana sin cortinas, y espero que se cruce al menos tu recuerdo, al menos tu
fantasma, que para mi sigue viviendo ahí, entre esa pila de recuerdos que no se
pudieron quemar, y te he santificado en mi memoria coronándote con la estrella
que tú misma pescaste en la turbulencia de una noche sin cielo. Te erigiste,
Magnolia, como un memorial, propio de tu naturaleza alegórica, para el recuerdo
de todas las personas a quienes amando he dañado, razón y ser de todas las
culpas, sentido de todas las búsquedas. Regrets! Regrets! Regrets! La
arquitectura contradictoria del devenir que me he dado, que me ahoga cuando la
pienso… Shanti! Shanti! Shanti!
Magnolia III
¿Cuál
es la posibilidad de dos suicidios en una familia? ¿Cuál es la posibilidad de
reencarnar en un hermano, en un sobrino? ¿Cuantas vueltas da la rueda antes de
tomar conciencia de que está girando sobre sí misma, finalmente indesplazable,
y sólo mirando cada cierto tiempo desde distintas ubicaciones hacia el mismo
centro? ¿Cuántas reencarnaciones toma descubrir que lo que cambia no es lo
visto sino el lugar desde el que miramos?¿Cómo no volver a cometer los mismo
errores cuando en la rotación pases de nuevo por el punto donde ya has
estado?¿En qué momento te rendiste, Tristán, a la inercia de la calamidad?
Todo esto me pregunté en un momento
cuando la serpiente me dejó solo para meditar sobre lo que vio a través de mis
ojos, sobre lo que oyó a través de mis oídos y lo que sintió por medio de mi
piel
Me paré del suelo y caminé, la arena de
la playa estaba caliente, casi insoportable, yo me acuerdo que estaba sólo, tú
recién te habías ido, Sofía, enojada con esa forma de enojarte que tienes tú,
que es como dejar todas las cosas en el suelo y dar media vuelta, un enojo
cobarde. Comencé a caminar hacia la
escalera del borde de la playa, eran aproximadamente las cinco o seis de la
tarde, por la posición del sol. Había poca gente en la playa, y los dos hombres
que venían caminando en dirección hacia mí me parecieron muy extraños, se
acercaron más de lo normal, y antes de que pudiera hacer algo, me sujetaron
fuertemente para intentar robarme, luego de un forcejeo logré liberarme y me
embargó una furia sin sentido, absurdamente descontrolada, comencé a golpear al
que tenía en frente mientras el otro miraba atónito como le partía la cara a su
cómplice, puñetazo tras puñetazo sin descanso, ignorando el dolor de las manos,
los nudillos que comenzaban a romperse y la sangre que comenzaba a brotar de su
nariz que prácticamente había explotado, de sus labios deshechos, de sus
pómulos machacados. El que estaba a mi espalda huyó inmediatamente. Luego de un
par de minutos así, el desconocido que tenía frente a mí cayó al suelo con un
sonido sordo, sin pensarlo me abalancé de nuevo sobre él, con un ímpetu
renovado seguí golpeándolo, sin saber porqué, sólo sabía que no podía parar,
aunque me resistiera, una fuerza extraña se había apoderado de mi, seguí
golpeándolo en la cara, sólo en la cara, y me enfurecía más que aún moviera los
brazos y las piernas en pobres intentos de quitarme de encima de él. Los
puñetazos le caían como meteoros sobre los ojos, sobre la boca, sobre los
pómulos, y yo estaba enceguecido, de pronto sentí un sonido asqueroso como si
rompiera una sandía, un crujido de huesos que empezaban a ceder, la superficie
de su cara ya se sentía blanda, como estar golpeando un saco de harina, y la
sangre había inundado todo, y aún así se seguía moviendo el maldito. Sabía que
ya estaba malogrado, que nunca se iba a poder recuperar de esa paliza y eso me
dio una sensación de asco y remordimiento, pero no fue suficiente para
saciarme, saqué el cuchillo que por algún extraño motivo tenía en el bolsillo y
comencé a rebanarle el cuello, fue más difícil y cansador de lo que hubiera podido
imaginarme y seguí con un esfuerzo heroico hasta que por fin, extenuado, logré
que su cabeza se separara por completo de su cuerpo, y el movimiento de brazos
y piernas se detuvo. Me paré y lo miré, ya estaba quieto y la sangre seguía
fluyendo, siendo absorbida por la arena. Yo estaba manchado de sangre por
completo, era una sensación asquerosa, la sangre un poco pegajosa pegada a las
manos, a los brazos, a la cara, sobre toda mi ropa, y el sol seguía pegando tan
fuerte, no había ninguna sombra para cubrirse en toda la playa, el sol ya se
encontraba un poco más bajo y daba
directo en los ojos, por lo que era difícil no encandilarse, y la ropa empapada
de sangre y sudor se me pegaba tibia a la piel, lo que me hacía sentir aún más
incómodo. Comencé a caminar sin dirección por la playa, la gente me miraba con
horror pero me tenía sin cuidado, sólo quería quitarme de encima esa ropa
asquerosa, debo haber caminado unos veinte minutos más hasta que caí rendido
por el cansancio y me senté en la arena, apoyando los codos en las rodillas, y
la cabeza en las manos, cerré los ojos y me quedé así mucho rato. De pronto
comencé a oír un sonido detrás de mí como si algo se arrastrara por la arena,
volteé la cabeza para mirar y me encontré con la serpiente negra que ya estaba
junto a mí, con sus enormes fauces dislocadas por completo y me comenzó a
devorar sin prisa nuevamente, estaba tan cansado que no pude oponer
resistencia, sólo vi como la luz se iba apagando de a poco hasta que volví a
caer dormido o inconsciente y no recuerdo más.
Magnolia II
Cerré
los ojos con fuerza, apreté los dientes, tuve mucho miedo, nunca tuve tanto
miedo como en ese momento, y con una chispa de resolución que brotó de no sé
qué parte, apreté el gatillo. En un segundo que duró una eternidad, hubo un
bramido como un trueno, un destello fulminante, y luego un dolor tan intenso y
real que parece que lo estás masticando en tu boca, que te hace olvidar por un
momento todo lo demás. Sé que morí con los ojos abiertos porque la sorpresa del
impacto me hizo abrirlos, como si no supiera lo que estaba pasando. Pero
inmediatamente se fue todo, desapareció el dolor terrible y se hizo un silencio
tan grande que se sentía como un silbido, que en verdad es el hambre del
sonido.
Con una sensación indescriptible, que
lo más cercano para llamarla sería un mareo, sentí como me despegaba de mi
cuerpo, como si por parte te desconectaras de tus sentidos, de tu intuición, de
tu ser, de tu estar. Luego que pasó eso ya no vi ni oí más. Yo me esperaba una
luz al final de un túnel, un flashback de mi vida, una sensación de volar, pero
nada de ello ocurrió. Sentí que de alguna manera algo me succionaba hacia mi
interior como un boquete repentino en el fondo de un recipiente, pensé que la
muerte nos acerca al ser, y sentí miedo
y luché por aferrarme a las superficies de la conciencia, y sentí como se
adelgazaba mi presencia, siendo arrastradas por la succión las partes más
ligeras, hasta que no pude aguantar más y me solté para ser llevado.
Me invadió una sensación de vértigo
indescriptible a la vez que no podía experimentar ninguna sensación, algo que
no sé explicar. Era arrastrado por esa succión poderosa que también me
desarmaba cómo el viento al humo del cigarro. Sentía estar cayendo a través de
un vacío que se hacía infinito, y el lugar se aparecía como un domo misterioso
o un enorme recipiente que se volvía a la vez muy profundo y cóncavo. También a
medida que caía la oscuridad iba aumentando hasta que llegué a una profundidad
en que la oscuridad era tal que parecía como si una materia negra y ciega
inundara todo, una oscuridad densa que se me quedaba pegada. Y el vacío, el
vacío era estremecedor, un vacío duro, cargado además de una energía invisible
que se adivinaba latente en todas partes.
De repente dejé de caer, sin impacto,
sin aterrizaje, sin golpe, sólo dejé de caer y me quedé flotando donde me
encontraba. Una presencia me invadió por entero, una presencia que sabía
incorpórea, pero que adoptaba una forma que me abrazaba casi sofocándome, se
enrollaba sobre mí, fría, casi muerta. Era algo desconocido, pero tenía la
forma de una gran serpiente negra, sus escamas eran espejos que reflejaban la
profunda negrura del lugar, la veía enrollarse y moverse, veía su cara sin
ojos, sin oídos, sin nariz, sólo tenía una boca muda, que sólo servía para
devorar, pero no veía su cola, parecía no tener fin, sólo aparecía y seguía
apareciendo a cada segundo.
Cuando ya me había enrollado por entero
puso su cara en frente mío, muy cerca, pude ver los detalles de sus escamas de
espejo, que parecían estar grabadas con palabras indescifrables, pude ver sus
dientes afilados, y la lengua que iba y venía instintivamente cortando el aire,
tanteando y husmeando. Pude ver los bultos como cicatrices que se encontraban
donde debían estar sus ojos. Se movía intuitivamente sin poder ver hacia donde,
solo sintiendo con su lengua los sabores de los que se impregna el aire, y cada
cierto tiempo parecía nutrirse de la energía que flotaba en el ambiente.
Mucho tiempo (o puede haber sido solo
un segundo, acá el tiempo es una sustancia tan extraña) me pregunté que era
aquella criatura, y por qué habitaba en ese lugar, que según yo interpretaba,
de alguna manera era un lugar dentro de
mí mismo, quizás detrás de la conciencia, dentro de la mente pero fuera de lo
pensado, algo así como una prisión primitiva, un hades material-espiritual y
personal, lo más parecido a una caja de pandora, un purgatorio de pensamientos.
Tenía un miedo desnudo mientras la
serpiente me atrapaba, pero un miedo insustancial, que más parecía un
presentimiento desconocido que un temor experiencial. La gran serpiente negra
abrió su boca muda desencajando lentamente su mandíbula, sin hacer ningún
ruido, y sin más me comenzó a devorar en un sólo gran bocado, sin dolor, sin
sensación, sólo me iba devorando lentamente mientras me adormecía por algún
motivo, hasta que finalmente todo se apagó y me dormí o perdí el conocimiento o
algo así.
Magnolia I
Mi
nombre es Tristán, el apegado, el desarraigado, el pintor de espejos, pero mi
suicidio me ha abierto los ojos. He elegido nacer en mi nueva forma,
trascendentalmente explicativa. He elegido nacer ahora, pero en un nivel más
profundo de reflexión, el momento me ha elegido a mí. Porque cuando morí, el
proceso duró solo una fracción de segundo, muerte instantánea, dijeron los
forenses, suicidio pasional, dijeron los periodistas. “Cuadro esquizofrénico
grave con alteración de la percepción, afecto anormal sin relación con la
situación, negación de la realidad de forma inconsciente. Recurrente crisis
delirante, estado maníaco, cuadro depresivo con contenidos psicóticos y un
estado confuso onírico. Posible detonación por un estado depresivo grave,
ambiente familiar desfavorable, sensación de abandono. Ausencia de tendencias
suicidas conocidas que hicieran posible prever lo acontecido. Aparición del
cuadro dentro del rango de edad típico para los hombres, entre los 15 y 25
años”, dijeron los psiquiatras.
Advertencia
Hasta este punto, “Magnolia” es un
libro que empieza y termina. Perfectamente puedes cerrar el libro en esta
página y considerar haber leído la historia completa. Tristán efectivamente se suicidó. Para mayor
ahondamiento en los hechos no narrativos posteriores a la muerte de Tristán, puedes
continuar leyendo. Aquí empieza la parte II.
martes, 24 de junio de 2014
Magnolia Epílogo
(Carta hallada dentro
del libro “Magnolia”, que encontraron manchado con sangre al lado del cuerpo
muerto de Tristán)
Querida Magnolia:
Recuerdo cuando te
escribí diciendo que no era un mártir. No he cambiado mi forma de parecer, te
escribo esta carta póstuma para que entiendas porqué.
Me he ahogado en un río
metafísico. No iba a permitir que tuvieras el placer de salvarme de nuevo. No.
Magnolia, no hago este sacrificio por amor. En otra vida te amé, te amé
desesperadamente mi mariposa blanca, pero ahora te odio, te odio más de lo que
te amé nunca.
Hoy me suicidé Magnolia,
y cuando veas esta carta, espero que estés llorando y sufriendo mucho, no por
mí, Magnolia, sino por ti. Gané Magnolia, gané esta vez, y te diré porqué.
Vendrán más vidas de tormentos, vendrán más momentos para amarte y sobre todo
para seguir odiándonos Magnolia, pero yo ya he terminado de sufrir esta vez.
Con mi muerte invierto los roles Magnolia, como lo hiciste tú en la vida
pasada; en la próxima vida te toca
cargar las cadenas a ti.
Con mi muerte yo
simplemente muero Magnolia, es el fin del camino para mi, con mi muerte yo me
duermo y me libero temporalmente de ti. Sin embargo a ti, Magnolia, con mi
muerte te ato a mi recuerdo atormentador por el resto de esta vida, ahora te
quedará cargar con mi muerte en tu conciencia hasta que seas lo suficientemente
valiente para morir, y prepararte para enfrentar la próxima vida de castigo que
te espera.
No puedes negar que es
un plan brillante. Nos vemos en la próxima vida mi querida Magnolia, estoy
ansioso de ver si te sacrificaras a perdonar por amor para salvarnos a los dos,
o si te vengarás de mí una vez más, ahora la decisión está en tus manos.
Se despide tu eterno
odiado y enamorado hasta el fin de los tiempos.
Tristán
Fin.
Magnolia XV
Eran las siete de la tarde, el tiempo
corría tan lento que parecía que recién hubiese sido creado y aún no hubiera
aprendido a caminar. Tomé papel y lápiz y me puse a escribir. Te escribí un
libro y una carta Magnolia, testimonios de mi determinación, artefactos de mi
venganza. Las paredes de mi habitación me apretaban como una viñeta mal dibujada,
me sentía como un patético personaje de una novela triste, y estoy seguro que
eso es lo que soy.
Llamé
a ese libro “Magnolia” ¿De qué otra forma lo hubiese podido llamar? No era un
libro largo, no era un libro hermoso, no era un libro interesante. Era un libro
triste y malo en el que relaté nuestra historia, la historia de una condena, lo
hice para ti, para que pudieras entender el porqué de mi actuar, y doblada
después de la última página dejé una carta para ti.
Pasé
toda la tarde escribiendo y gran parte de la noche. Ya me había pertrechado
durante el día con el último instrumento para mi venganza.
Cuando
terminé de escribir todo, me senté en mi cama. Puse el libro al lado mío. Me
puse muy inquieto mientras miraba mi reloj, y cuando marcó las 05.17 AM con sus
números blanquecinos miré alrededor y apagué el último cigarrillo. Suspiré,
puse el revólver contra mi sien, y con calma apreté el gatillo.
Magnolia XIV
No
soy un mártir, Magnolia, al menos no en esta vida, es que te odio tanto que no
te puedo perdonar, aunque eso signifique librarme de este yugo, no podría
aguantar liberarte a ti. Ya he tomado una determinación Magnolia, no me importa
morir, pero no lo haré por ti, no lo haré por tu calma.
Magnolia XIII
Ya
te estoy olvidando Magnolia, de nuevo, y lo digo en serio. Si me siento a
imaginarte, tus bordes se desdibujan en mi mente, y tus ojos ya se ven como
manchas coloridas. Ya no tienes el filo del acero. Ayer vi una foto tuya y no
te reconocí, hoy me sorprendí en un momento del día no pensando en ti. Lo único
que no se ha debilitado es mi odio por ti, hoy lo siento más ardiente que
nunca. Me gustaría poder reconocerte de nuevo en la calle para estrangularte,
esta amnesia no solo me protege de ti, sino también a ti de mí.
Ya
te estoy olvidando, Magnolia, y me he tatuado la mandala que me dio la gitana
en mi sueño. Me protege de tu recuerdo, pero no de mi odio. Lo siento, como me
quema por dentro, como contamina el fluir de mis pensamientos, un odio anónimo,
no dirigido a ti, pues tu recuerdo me es vago, un odio hacia el dios que te
puso en mi camino, un odio hacia el destino que te unió conmigo.
Magnolia-Negra, negra como el alquitrán. Hay ríos metafísicos que son un gran
peligro, y en ellos me estoy ahogando.
Hoy
te vi Magnolia, en mis pensamientos de la mañana, desperté temprano, por un
segundo pensé en ti y te vi tan clara, tan limpia, me costó creer que fueras
tú, Magnolia, Magnolia de mi sufrimiento, Magnolia de mi condena, me mirabas
distinto. Tú eras distinta, Magnolia, ni siquiera tus ojos, tu esencia, eran
los mismos. Te vi como volabas aleteando suavemente, Magnolia, y de repente te dividiste
en dos. Como un flash recordé lo que había olvidado Magnolia, tu dualidad. Te
vi volando frente a mí, Magnolia, en tus dos avatares, Magnolia-Mariposa Blanca
y Magnolia-Mariposa Negra, y por mi cabeza pasaron en un segundo muchas escenas
olvidadas, muchos momentos que eran tan pocos, una eternidad en un segundo. Y
los recuerdos de ti son un segundo en una eternidad.
Comprendí,
Magnolia, que en dos vidas te he amado, y que en dos vidas te he odiado,
Magnolia. Magnolia-Blanca, recuerdo que moriste en mis manos, recuerdo que moriste por mí. Magnolia-Blanca,
te ahogaste en un río metafísico por rescatarme a mí. Perdóname
Magnolia-Blanca, perdóname por favor, viví el resto de una vida arrepentido,
culpándome por tu muerte, Magnolia-Pureza, Magnolia-Ángel, daría todo por morir
en tu lugar, donde estás Magnolia amada, sé que no te puedo encontrar en ningún
lugar, has vuelto a este mundo en una nueva forma, yo sigo siendo el mismo pues
me toca pagar. Pero esta nueva forma perversa tuya, Magnolia, apenas puedo
creer que seas tú, ¿Te has venido a vengar? ¿He de morir por ti en esta nueva
vida? Cómo puedo sacrificarme por amor Magnolia, ya no me puedo redimir, pues
ya te odio Magnolia-Negra, pues sin embargo eres tú, eres el objeto de mi
tormento, ¿Cómo me podría sacrificar por amor? Soy el mismo Tristán
desesperado. Me condenó al sufrimiento tu sacrificio por una vida entera y
ahora nuevamente sufro porque estás viva. ¿Qué dios sádico nos condeno a este
destino? Sé que ni tú lo sabes, Magnolia, que ni lo sospechas. ¿Por qué debí
recordarte en aquel sueño? No lo sé, Magnolia, nunca he podido ver la indeleble
cadena que nos ata, debe ser que nuestro destino está escrito en las estrellas
pero no lo he podido leer, ¿Cómo podemos escapar de este ciclo de sacrificios y
castigos? ¿En qué avatar aún anterior a los que conozco habremos pecado tanto
para merecer esta cadena que trasciende la eternidad? ¿Cuándo terminaremos de
redimirnos?
Creo
que seguimos amarrados a este destino porque siempre terminamos odiándonos,
creo que un sacrificio de amor infinito nos liberaría, ¿Pero cómo podría ya
morir por ti, mariposa negra? Sé que debiera perdonarte para merecer mi propio
perdón, pero te odio tanto en esta nueva vida. Soy un egoísta, lo sé.
Probablemente volveremos a morir, y volveremos a vivir para seguir odiándonos,
porque sé que tampoco lo harás por mí.
Así
como tú eres una dualidad mariposa blanca-negra, nosotros somos también una
dualidad, un Sísifo Magnolia-Tristán. Cargamos con nuestro odio hasta llegar al
final, solo para volver a empezar. ¿Cuál es mi dualidad, Magnolia? Ojalá fueras
un espejo para poder ver en ti mi realidad, ¿Qué te habrá dicho de mí tu
gitana? ¿Habrás despertado de sueños extraños gritando ¡Tristán, Tristán!?
Magnolia XII
Me
quedé congelado con lo que dije, luego me reí nervioso. ¿Cómo lo sabe? Me
pregunté, estaba sorprendido, anonadado, la gitana dijo un par de cosas más
pero no le pude poner atención, estaba inquieto, me quería ir de allí, con
cualquier excusa me paré y me despedí rápidamente para irme, la gitana no hizo
nada, y cuando ya había dado un par de pasos me dijo casi gritando:
– ¡La mandala, úsala! –
La
miré muy turbado, estaba despidiéndose con la mano, me volteé inmediatamente y
caminé más rápido. Comencé a repetir en mi mente lo que dijo la gitana, el
laurel fue la obsesión de Apolo, y la tuya… Magnolia. Y la tuya Magnolia. La
tuya Magnolia. Tuya Magnolia. Magnolia. Magnolia. ¡Magnolia! ¡Magnolia!
¡MAGNOLIA! ¡MAGNOLIAAAA!
Y
desperté de golpe una vez más, con el corazón latiendo a mil por hora, gritando
¡Magnolia! ¡Magnolia!
Como
un deja vú, recordé una noche olvidada en que desperté de la misma manera, hace
mucho tiempo, mucho antes de haberte conocido y de haberte olvidado, un
recuerdo que había borrado de mi mente por ser insignificante, y que ahora se
volvía arrolladoramente importante, abrumadoramente significante.
Magnolia XI
Qué
bien Magnolia, ayer pasaste a mi lado sin siquiera verme, el primer día de ser
unos perfectos desconocidos, la atmósfera se siente más liviana y el mundo me
parece distinto. Ayer salí a caminar, hace tiempo que no tenía ojos para mí. Me
relajé, me regalé una cajetilla de cigarros, leí, disfruté de la sombra, del
sol, de la compañía de mis amigos, vi a las tontas personas pasar viviendo sus
tontas vidas, fui feliz. Me reí mucho, me burlé de una mujer muy fea. Te vi de
nuevo, pasaste caminando allá lejos Magnolia, esta vez se que tu vista paso por
sobre mí, pero no me viste, más bien no me reconociste, más bien ya no me
conoces, me miraste como si nada, y efectivamente nada. Eres tan desagradable,
estoy pensando en matarte para evitarme el inconveniente de tener que toparme
contigo en la calle, solo por comodidad.
Anoche
salí con mis amigos, nada interesante, solo salí. Pasé por fuera de tu casa, tu
presencia se siente hasta el jardín, tu aleteo incesante y confundido. Así de
fácil puedes echarme a perder el día. Pasé rezando para que no te asomaras por
la ventana, mientras suplicaba que te asomaras por la ventana. Te odio
Magnolia, ¿te lo he dicho ya? Y te odio más aún porque sé que tú no me odias a
mí, porque sé que tampoco me amas, Magnolia, sé que ni siquiera te costará
olvidarme porque siempre estás olvidándome, me sorprende tu capacidad de
olvidarte de todo tan fácil.
No
pude tener una buena noche, todos hablando de cualquier cosa estúpida, y yo
solo concentrado en olvidarte, finalmente me devolví rápido a mi casa, y me
acosté a dormir.
Una
gitana me paró a la salida del metro Universidad Católica y me habló. Me dijo
que yo soy gitano igual que ella, la verdad, no lo sé, quizás es cierto. Me
dijo que veía en mí una pena muy grande, debe decirle eso a todos, ¿Quién no
tiene alguna pena? Luego se sentó, y me indicó que me sentara junto a ella, lo
hice. Tomo un pelo (mío) de mi camisa, y con unas hojas de laurel me hizo un
talismán y me lo regaló, se lo recibí. Tenía un coche al lado de ella, dentro de
él había una niña preciosa, no tenía más de dos años, y tenía unos ojos casi
amarillos muy bellos, la cara muy sucia, y el pelo muy crespo, me miraba y
hacía muecas. La gitana me dijo que estaba enfermo de tristeza, que me iba a
dar una cura de amor, me pidió un papel, le di una hoja de cuaderno, y me pidió
un lápiz, también se lo pasé, y me trazó una mandala, úsalo para tu protección,
me dijo, yo no entendía nada, la miré con cara de tonto, lo captó en seguida:
– Ella –, me dijo la gitana, – ella no es una
persona normal. No me mal interpretes, es un ser humano, sin duda, pero su alma
viene de muy cerca de la frontera de donde viven los demonios. Es, como se
podría decir, una musa, una ninfa, una sirena, un genio, una bruja, han sido
llamadas de tantas maneras a lo largo del tiempo. Ella es un ánima de la
naturaleza, un espíritu del bosque, un ánima de las plantas; inspiración de los
poetas, perdición de los inocentes–. Yo la escuchaba con la curiosidad del que
conversa con un esquizofrénico, pero ella me hablaba muy en serio. –La tienes
marcada en tu frente– me dijo–, no la puedes ocultar.
–
¿Cómo? –Le dije– ¿Qué tengo en la frente? –.
–
Tú lo sabes, ya lo intuiste –me dijo– Una flor –esperó un segundo y continuó–
El laurel fue la obsesión de Apolo, y la tuya…
–
Magnolia– respondí maquinalmente sin querer, sin si quiera pensar en ello un
segundo, y me quedé helado.
lunes, 23 de junio de 2014
domingo, 22 de junio de 2014
Magnolia X
Te
odio, Magnolia-Negra, Magnolia-Retrato, Magnolia-Nocturna, odio tus ojos
vacíos, odio tu piel pálida, odio la forma en que me quemas cuando me tocas, la
forma en que me estrujas cuando me abrazas, odio la forma en que tu mirada
emponzoña mi calma. Te conozco Magnolia, y ahora extraño la amnesia, la
embriaguez de desconocerte, anhelo volver a tener la capacidad de poder ver al
mundo sin que me ciegue tu resplandor opaco. Ahora es todo tan claro, Magnolia
desquiciada, es tan fácil entender como pude olvidarte una vez. Ahora recuerdo
todo, no olvide las maneras de olvidar, solo estaban dormidas en mi corazón;
porque recuerdo que contigo descubrí que el corazón no es el órgano del amor,
no darling, cuando fuiste Magnolia-Blanca, Magnolia-Mariposa, aprendí que el
amor se vive en el estómago, y el odio en el corazón. Por eso pude odiarte
amándote, Magnolia, y olvidarte gracias a una pulsión de vida, gracias a un
instinto primario de preservación. El velo del olvido me cubrió, evitando
seguir envenenándome de tu miel de adicción.
Ya
nos perdimos en otras vidas Magnolia-Negra, y nada me impide volver a olvidarte
esta vez. Tú lo sabes Magnolia, apostaste sobresegura, y ahora me toca a mí por
fin estrangular tu recuerdo inquietante, porque perdiste, esta vez por fin
perdiste, porque te confundí, querida, y te mostraste real, mostraste tu
esencia marchita, incapaz de amar. Dime, Magnolia-Negra ¿Quién permite que
vivan almas así en ojos como esos?
Magnolia IX
Esa
fue la primera vez que la vi, resplandeciendo desde el otro lado del lugar, ahí
estaba ella, podría describir la escena de memoria, porque me quedó grabada a
fuego en los ojos, ahí estaba ella, conversando, riendo, me paralizó. Me miró
un segundo, y desde sus ojos explotó como una aurora un rayo, una luz de
distancias que rompió la tempestad como un faro imponente y me desbancó, su
resplandor me transfiguró como las manos del alfarero, me convertí en un crisol
y la aguja de su pupila transformada en filo centelleante me apuntó, atravesó
mi chaqueta, polerón, polera, piel, carne, músculo y huesos y se clavó en mi
corazón dejando una herida sangrante que me inundó, un torrente desbordante, y
me marcó con hierro, un disparo a quemarropa en mi memoria, indeleble como la
ruta de las estrellas, un olor a pólvora quemada que se impregnó en mi
habitación, que luego recordaría como a la frustración, que me ahogaría como
las copas de lágrimas que se rompieron en su honor, sobre el telón de pétalos
marchitos que se desplegaban al recuerdo de su voz y como la noche agobiante
sin estrellas que se cernía sobre mí al cerrar los ojos, al hurgar en lo
profundo de mi imaginación, donde solo encontraba la acuarela de sus ojos
velándome como fúnebre crespón.
Pocas
veces la vi, es cierto, pero me dejó una resaca de desilusión, y caí desde una
nube en picada como el altazor, tuve que prohibir su voz, su abrazo cálido, el
candor de su rubor, el ardor de su recuerdo, la infinidad de mi dolor, la
canción de su ausencia, la cicuta de su despreocupación.
Magnolia VIII
Echaba
de menos tu ausencia, Magnolia, tu melancolía en mis paseos nocturnos, casi
olvidaba como era extrañarte, ese submarino hirviendo en mi pecho, amargo vacío
extenuante, náusea cortazareana, tensión insomne. Cuando casi me rendía, casi
entendía que no podía ser así. Cuando mi último tiro parece haber fallado a
pesar de haberte acertado, y no se puede sino perder. Nos vemos de nuevo cuando
esté a punto de desfallecer esa pena, se que volverás a robarme la calma cuando
la haya encontrado. Moriremos como vivimos.
Esa
flama incandescente que en vez de hacerme un ser ígneo me transforma en pura
ceniza, brasa apenas crepitante, y me deslumbra más la silenciosa punta de mi
cigarro que el resplandor marchito de mis ojos. Me consume parcamente como una
implosión lo que debería ser pirotecnia sorprendente. Es que la melancolía de
ti siempre ha sido más una gota de sudor frío que me arrolla la espalda. Un
recuerdo inmediato, que empezó a ser olvido a penas dejó de ser momento ¿De qué
me sirve tener la palabra precisa, la valentía perfecta? Ojalá pase algo que te
borre de pronto.
Y
las calles se vuelven interminables o las piernas muy cortas, y el segundo muy
largo y la pena muy ancha. Y la impaciencia muy honda. Y la desesperanza
siempre ha sido mi enfermedad innata, tal vez nací bajo una constelación
triste.
Magnolia VII
Me
pongo los calzoncillos para ir a verte, voy al baño para botar un escupo, miro
el reloj, y tomo las llaves, de una forma extraña y distinta, soy una mala
caricatura de la rayuela, saltando en un pie el camino cuadriculado, la espera
se dilata, el brillo en la pantalla baja, me siento en la cama, el cigarro me
acelera las pulsaciones, lo estoy comenzando a odiar. Espero. Lo he hecho todo
el día y sin embargo es tan difícil como cuando se espera recién levantado.
Como una galleta, la ansiedad es un saco roto, es el agua que da sed. Un pie,
un pie, dos pies, un pie, un pie, dos pies, un pie, un pie, un pie, dos pies,
un pie, me agacho y recojo el tejo, lo lanzo de nuevo, cae fuera, volver a la
tierra, el camino es corto e inocente sin embargo siempre fallo. Un pie, un
pie, dos pies, un pie, un pie, recojo el tejo y lo vuelvo a lanzar afuera, a la
tierra de nuevo, ahora lo comprendí, dejo caer el tejo al lado del inicio, el
cielo y la tierra son lo mismo, el camino es vano, me quedo parado inmóvil, con
cara de imbécil mirándome los pies. Me quedé un segundo absorto con una
semi-sonrisa idiota y miré al frente, mi silueta parada acá y también allá,
dándome la espalda en el final del camino, apretando el tejo en una mano.
¿Vienes para acá o prefieres que yo vaya para allá?, Hace frío igual para estar
en la calle. Mi silueta de pie allá en frente torció un poco el cuello me miró de reojo, con una sonrisa entre
calmada y diabolesca, y me hizo un gesto
con la mano como diciendo ¡Estúpido, mira para adelante! Pestañeé, tenía en
frente mio la ventana. -¡Nooo, todavía no!- silencio -Espérame un rato-. Me reí
nervioso. Volví frente a la ventana, empujé el vidrio, que me respondió con su
inmundo sonido de gastado. -Nunca has sido bueno con la puntuación-. -Lo sé, es
que nunca he encontrado la forma de explicarles que desde la coma al punto hay
un continuo graduado, no existen los estancos aislados, el lenguaje está vivo,
los idiotas leen: Te amo Magnolia coma quiero verte alguna vez punto ¿punto
seguido o final? –Aparte-. Así parece, en fin, depende de ti. La ventana estaba
abierta y yo asomado en ella, afuera una calle, casas, luces, autos, pavimento,
una luz azulada que se dibuja sin profundidad, un cuadrado, un cuadrado, dos
cuadrados, un cuadrado, un cuadrado, un cuadrado, dos cuadrados, un cuadrado,
etcétera, etcétera, facts for whatever, fifteen steps, then a sheer drop, allá
casi en el horizonte un semicírculo de luz azulada, el cielo. No tengo tejo en
la mano. El reloj siguió corriendo, no hay parpadeo blanco ni rojo, no hay
nuevos mensajes. Me desespero en la agonía y el vacío se ve tan dulce, casi en
el horizonte el cielo dibujado en luz azulada me llama como una sirena, no
tengo tejo para taponearme los oídos, no tengo tus cabellos para atarme al
mástil. Ya me imagino la respuesta, la de todos los días. Aún no me convenzo de
escribir el final, pero a mi pesar ya sé cómo termina. Sigo congelado frente a
la ventana, y el punto negro apagado, impasible, imposible, cruel. Y el cielo
dibujado en luz azulada sigue cantando, me apoyo contra la ventana, el canto
plástico me hiere el vientre, un tornillo mal apretado se engancha en mi
polera, la tensión superficial se vuelve intolerable, tirito como una luna en
el agua ¡No! esa es una metáfora que no me merezco, ni por lejos, ¡para los
violentos consigo mismos corresponde nada menos que el séptimo
infierno!¡Incluso más allá del Flegetonte! ¡Vaya! Me inclino sobre el borde, la
presión hace que el tornillo me desgarre la polera, incluso se incrusta en mi
barriga, el suelo tiene un magnetismo inusitado, el tornillo se entierra cálido
y terrible, la sangre brota inmediata, se empantana en mi vello corporal. Un
viento frío me empuja hacia atrás, vuelvo a mis pies. Caigo de espaldas, me
golpeo la cabeza en el borde del velador, y la luz azulada de desdibuja
estrepitosamente, un cuadrado, un cuadrado, etcétera, y me quedo tendido en el
suelo, con el corazón casi saliéndoseme del pecho, los ojos muy abiertos, el
estómago apretado, la sangre embarrando la alfombra y los cables, y me
desvanecí.
Magnolia VI
Así,
desespérame con tu aliento, córtame, así, con tus manos y tus uñas, como cuando
yo te muerdo o te inquieto con cosquillas, hiérveme. Se cruel, Magnolia,
imperdonable, arráncame la piel de los huesos, quiero lo peor de ti, muéstrame
tu cara real, dámelo así, escúpeme tu odio, el reflejo del mío. Quiero sentir
como tus espinas se clavan en mi piel, baila sobre mí, despiértame de este
letargo, devora lo lindo, conserva el pellejo, ahógame en tu pelo y déjame
sentir tus entrañas. Muérdeme para que brote tu esencia, estrújame para que
aflore la mía. Encandílame, demuéstrame porque te odio, quémate en la llama del
odio mío, explícame porque no te estoy escribiendo una canción de amor. Déjame
tocar el núcleo donde guardas todos los miedos y en castigo sacrifícame.
Magnolia V
Y
que me importa si me muero, Magnolia, al tocar tu mano, y que me importa, si te
perdí el día que nací, si te perdí antes de que existieras, valor absoluto:
cero. Nunca te tuve, nunca te perdí. Eso fue nuestro primer amor, Magnolia,
sombras chinescas, un teatro vacío, un ensayo sin obra. Una serie de
colisiones, puro azar. Nos encontramos como dos partículas cuyas órbitas se
interceptan, pero la particularidad de sus ondas nos hizo esquivarnos, cresta y
valle en un mismo lugar, un nodo imposible. Y que me importa toda la fatalidad,
Magnolia, si volverás un día a venir corriendo, besarme, e irte de nuevo, como
lo has hecho siempre, ¿Qué designio me podría hacer creer que no será así en el
futuro? Nacimos desincronizados, Magnolia, nuestros corazones son corazones
arrítmicos.
sábado, 21 de junio de 2014
¿En cuantas claves te he elevado solicitud de redención?
¿En cuantos avatares he buscado tu replica imprecisa?
¿De cuantas manera se puede captar la fenomenología de un arrepentimiento?
¿Sabrás alguna vez que lloraba por mi, por lo que estaba haciendo?
Sin embargo no ofrezco una excusa, no ofrezco una explicación, solo ruego perdón, como el que cualquier arrepentido se merece. Sólo imploro tu bautizo.
Mírame una vez más en mi infinita imperfección, en mi sagrada falibilidad, ¡soy de carne y hueso!, y ciertamente estoy muy cerca de morir, no me dejes ir al infierno como un gentil, ¡perdóname tú para que me pueda perdonar dios! ¿Cuantas noches le he orado a tu recuerdo? en tu altar he inmolado mis ojos. No lo sabes, pero los mismos estigmas marcaron mis brazos, las mismas heridas de tu via crucis. ¿Como puedo explicarte que moriría por todo lo que he matado? Déjame ser el perdonatario, déjame curar lo deshecho, yo se que podré, lo sé con esa certeza ciega de la revelación.
¿En cuantos avatares he buscado tu replica imprecisa?
¿De cuantas manera se puede captar la fenomenología de un arrepentimiento?
¿Sabrás alguna vez que lloraba por mi, por lo que estaba haciendo?
Sin embargo no ofrezco una excusa, no ofrezco una explicación, solo ruego perdón, como el que cualquier arrepentido se merece. Sólo imploro tu bautizo.
Mírame una vez más en mi infinita imperfección, en mi sagrada falibilidad, ¡soy de carne y hueso!, y ciertamente estoy muy cerca de morir, no me dejes ir al infierno como un gentil, ¡perdóname tú para que me pueda perdonar dios! ¿Cuantas noches le he orado a tu recuerdo? en tu altar he inmolado mis ojos. No lo sabes, pero los mismos estigmas marcaron mis brazos, las mismas heridas de tu via crucis. ¿Como puedo explicarte que moriría por todo lo que he matado? Déjame ser el perdonatario, déjame curar lo deshecho, yo se que podré, lo sé con esa certeza ciega de la revelación.
Magnolia,nunca me olvidaré cuando te transformaste en una mariposa blanca y te fuiste volando en zigzag entre medio de unos arbustos, ¡Qué adorable! te encantaba creer, te encantaba pensar que era tu abuela que nos protegía. Discúlpame Magnolia, yo quiero ser un perdonatario de tu rabia, no tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso. Perdóname, perdóname tú por todo el universo, perdóname tú para que me pueda perdonar dios, para que me pueda perdonar yo mismo. Yo que te sacrifiqué, como puedo intentar explicarte que moriría por todo lo que he matado, Magnolia, inmólame por piedad. Magnolia-Blanca, Magnolia-Mariposa. Magnolia-Maga.
Una vez escuché una voz bajita, quebrada por la emoción, casi inaudible, que me decía al oído, "como una herida en el corazón que no me duele, me gusta como eres", ese fue el momento fulminante. No es un asunto sencillo, el precio de la vida depende de ello. No puede sino ser de máxima importancia. Qué hacer con el tiempo que dejamos pasar. Qué hacer con nuestra historia si no llevarla al lugar que se anhela, ¿y qué es el resto sino menudencias?
¿Acaso me eres desconocida tu que me visitas siempre?
¿De verdad crees que no sé que lees esto?
¿A quien engañamos?
¿Cuanto tiempo más permitirás que sea así?
Y, sin embargo, te volviste a mirarme una vez más antes de irte, sabes que esta historia sigue incompleta.
Sé que sabes, y sabes que lo sé.
Hay un vals esperándonos para volver a ser bailado en el lugar perfecto, en el instante exacto.
¿Acaso me eres desconocida tu que me visitas siempre?
¿De verdad crees que no sé que lees esto?
¿A quien engañamos?
¿Cuanto tiempo más permitirás que sea así?
Y, sin embargo, te volviste a mirarme una vez más antes de irte, sabes que esta historia sigue incompleta.
Sé que sabes, y sabes que lo sé.
Hay un vals esperándonos para volver a ser bailado en el lugar perfecto, en el instante exacto.
jueves, 19 de junio de 2014
domingo, 15 de junio de 2014
Antilope de sueños, moviendote entre dimensiones.
Ahí estás tú, y estoy yo mirándome en ti.
Devienes intergaláctica y transatlántica.
Denotación precisa ambivalente.
Ventana empañada de nubes, luna difusa.
Frío de los huesos, calambre enervante.
Relámpago negro, centinela.
Espectro de los caminos.
Veo el miedo en un puñado de polvo.
Pupila muerta.
Pupila resplandeciente.
Pupila explosiva.
Pupila colorida.
Pupila silenciosa.
Pupila misteriosa.
Pupila viva.
Pupila de arco iris.
Pupila no.
Pupila de visitas.
Pupila en la penumbra.
Pupila siempre.
Pupila encarnada.
Pupila si.
Pupila pura.
Pupila opaca.
Pupila de recuerdo.
Pupila nunca.
Pupila transparente.
Pupila acechante.
Pupila peligrosa.
Pupila mortal.
Pupila muerta.
Ahí estás tú, y estoy yo mirándome en ti.
Devienes intergaláctica y transatlántica.
Denotación precisa ambivalente.
Ventana empañada de nubes, luna difusa.
Frío de los huesos, calambre enervante.
Relámpago negro, centinela.
Espectro de los caminos.
Veo el miedo en un puñado de polvo.
Pupila muerta.
Pupila resplandeciente.
Pupila explosiva.
Pupila colorida.
Pupila silenciosa.
Pupila misteriosa.
Pupila viva.
Pupila de arco iris.
Pupila no.
Pupila de visitas.
Pupila en la penumbra.
Pupila siempre.
Pupila encarnada.
Pupila si.
Pupila pura.
Pupila opaca.
Pupila de recuerdo.
Pupila nunca.
Pupila transparente.
Pupila acechante.
Pupila peligrosa.
Pupila mortal.
Pupila muerta.
domingo, 8 de junio de 2014
jueves, 5 de junio de 2014
miércoles, 4 de junio de 2014
camina a la cadencia de la música, conozco palabras que pueden hacerte callar más de una vez si es que no te encuentras en la esquina del desierto, el camino que sigue por la avenida intensa del pensamiento, cada vez que el río trae los vientos que van a la costa, a la playa, a contarle a las gaviotas que en la ciudad pasa eso, conozco las palabras para invocar el espectro de lo que fuiste cuando veías en los ojos de las persona sin significado nada más que el polvo de la vereda. Cuando despertaste en tu conciencia como el avanzar lento fulminante de la lava desde el volcán del mundo.
Hermosas flores de piedra en la boca del paraiso,
en la rota, en la boca, en la roca,
flores de piedra, de caricias de piedra,
y en la roca sangra rota la boca
y en la roja y en la boca
las caricias de piedra rotas
y en la boca sangra roja la piedra del paraíso.
Y en la boca sangra roja la piedra del paraíso,
en la rota, en la boca, en la roca,
flores de piedra, de caricias de piedra,
y en la roca sangra rota la boca
y en la roja y en la boca
las caricias de piedra rotas
y en la boca sangra roja la piedra del paraíso.
Y en la boca sangra roja la piedra del paraíso,
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