Y
que me importa si me muero, Magnolia, al tocar tu mano, y que me importa, si te
perdí el día que nací, si te perdí antes de que existieras, valor absoluto:
cero. Nunca te tuve, nunca te perdí. Eso fue nuestro primer amor, Magnolia,
sombras chinescas, un teatro vacío, un ensayo sin obra. Una serie de
colisiones, puro azar. Nos encontramos como dos partículas cuyas órbitas se
interceptan, pero la particularidad de sus ondas nos hizo esquivarnos, cresta y
valle en un mismo lugar, un nodo imposible. Y que me importa toda la fatalidad,
Magnolia, si volverás un día a venir corriendo, besarme, e irte de nuevo, como
lo has hecho siempre, ¿Qué designio me podría hacer creer que no será así en el
futuro? Nacimos desincronizados, Magnolia, nuestros corazones son corazones
arrítmicos.
domingo, 22 de junio de 2014
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