Me
quedé congelado con lo que dije, luego me reí nervioso. ¿Cómo lo sabe? Me
pregunté, estaba sorprendido, anonadado, la gitana dijo un par de cosas más
pero no le pude poner atención, estaba inquieto, me quería ir de allí, con
cualquier excusa me paré y me despedí rápidamente para irme, la gitana no hizo
nada, y cuando ya había dado un par de pasos me dijo casi gritando:
– ¡La mandala, úsala! –
La
miré muy turbado, estaba despidiéndose con la mano, me volteé inmediatamente y
caminé más rápido. Comencé a repetir en mi mente lo que dijo la gitana, el
laurel fue la obsesión de Apolo, y la tuya… Magnolia. Y la tuya Magnolia. La
tuya Magnolia. Tuya Magnolia. Magnolia. Magnolia. ¡Magnolia! ¡Magnolia!
¡MAGNOLIA! ¡MAGNOLIAAAA!
Y
desperté de golpe una vez más, con el corazón latiendo a mil por hora, gritando
¡Magnolia! ¡Magnolia!
Como
un deja vú, recordé una noche olvidada en que desperté de la misma manera, hace
mucho tiempo, mucho antes de haberte conocido y de haberte olvidado, un
recuerdo que había borrado de mi mente por ser insignificante, y que ahora se
volvía arrolladoramente importante, abrumadoramente significante.
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