Eran las siete de la tarde, el tiempo
corría tan lento que parecía que recién hubiese sido creado y aún no hubiera
aprendido a caminar. Tomé papel y lápiz y me puse a escribir. Te escribí un
libro y una carta Magnolia, testimonios de mi determinación, artefactos de mi
venganza. Las paredes de mi habitación me apretaban como una viñeta mal dibujada,
me sentía como un patético personaje de una novela triste, y estoy seguro que
eso es lo que soy.
Llamé
a ese libro “Magnolia” ¿De qué otra forma lo hubiese podido llamar? No era un
libro largo, no era un libro hermoso, no era un libro interesante. Era un libro
triste y malo en el que relaté nuestra historia, la historia de una condena, lo
hice para ti, para que pudieras entender el porqué de mi actuar, y doblada
después de la última página dejé una carta para ti.
Pasé
toda la tarde escribiendo y gran parte de la noche. Ya me había pertrechado
durante el día con el último instrumento para mi venganza.
Cuando
terminé de escribir todo, me senté en mi cama. Puse el libro al lado mío. Me
puse muy inquieto mientras miraba mi reloj, y cuando marcó las 05.17 AM con sus
números blanquecinos miré alrededor y apagué el último cigarrillo. Suspiré,
puse el revólver contra mi sien, y con calma apreté el gatillo.
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