miércoles, 21 de marzo de 2012

Cuando el Estado

Cuando el Estado, creado para servir a las personas, te agrede, te abusa, te hace la guerra, te mata, pierde todo sentido la legitimidad, la institucionalidad, las fórmulas jurídicas. Te das cuenta que la ficción que se le ocurrió a Rosseau es demasiado precaria, que el “contrato social”, que el “nos ponemos todos de acuerdo” nunca fue cierto, que la norma fundante todavía está extraviada, es un concepto vacío. ¿Y vas a seguir permitiendo que en nombre de una mentira como esta, te caigan encima las lumas y las bombas lacrimógenas, que no tienen nada de mentira, que son más reales y sólidas que cualquier promesa de político? Lo que es más real es la violencia que ejerce el Estado ficticio sobre las personas, que aún ante todo el cocktel de derechos en la Constitución, Pactos Internacionales, etc, el lumazo (balazo, chorro de agua, gas lacrimógeno, detención ilegal, etc) te cae igual.

Me puedes decir que sin embargo, la vida en sociedad y bajo un Estado es mejor, y es cierto, pero no olvides que el Estado fue basado en esta ficción con el fin de facilitar la vida en sociedad, el Estado fue creado para estar al servicio de las personas, a disposición de las personas, y no al revés. El Estado no puede hacernos la guerra, porque el Estado es nuestra creación, y tal como lo creamos, lo podemos transformar o destruir, de nosotros depende. Un Estado que se vuelve contra sus propias personas es un Estado ilegítimo, y como tal, sus agresiones ilegítimas importan un acto de guerra, y en un estado de guerra corresponde defenderse y responder en los mismos términos del agresor, cuando este no da muestras de querer dialogar.

“El Estado detenta el monopolio de la fuerza” es un mantra que se enseña en todas las escuelas de derecho del país, para fines preventivos, para fines correctivos, etc, pero como cualquier cometido del Estado, persigue un objetivo claro y definido, y como una limitación a los derechos de las personas, no puede tornar irreconocible el ejercicio de tales derechos, la facultad de limitar estos derechos está condicionada a ciertos márgenes, y dentro de estos, está revestido de la legalidad que le da la institucionalidad, sin embargo los actos represivos que exceden estos márgenes no los podemos tolerar como participes de una institucionalidad, son abiertamente agresiones ilegítimas de un sujeto (el Estado) hacia otro, y como tales, no tenemos el deber de soportarlos estoicamente, tenemos el universal derecho, anterior a cualquier estado, de defendernos de las agresiones, porque Hobbes lo dijo, cuando no estamos en un estado de derecho, ante aquel que nos agrede con violencia, tenemos el derecho de defendernos en los mismo términos de la agresión. Y cuando el Estado con sus actuaciones vuelve irreconocible el estado de derecho, nos agrede con violencia ilegítima, estamos en nuestro pleno derecho de velar por nuestra propia subsistencia, sin importar formalidades legales, organizarnos para resistir a la violencia del Estado.

Empezaste considerada como extranjera, en proceso de ser descubierta, y después de mucho tiempo al reencontrarte, me di cuenta que me eras más que cotidiana, definitoria. La nostalgia orgánica, esa que se expresa en los pelos, en los ojos, en la respiración, no miente. Preciosa música de Holden.