martes, 24 de marzo de 2015

En las rutas, durante las noches de invierno, sin techo, sin ropas, sin pan, una voz me estrujaba el corazón helado: "Flaqueza o fuerza: ya está, es la fuerza. Tú no sabes adónde vas, ni por qué vas, entra en todas partes, responde a todo. No han de matarte más que si ya fueras un cadáver". A la mañana, tenía la mirada tan perdida y tan muerto el semblante que los que se encontraban conmigo acaso no me vieron.

domingo, 22 de marzo de 2015

Que se muera el usurpador

sábado, 21 de marzo de 2015

La falta de paz y de sosiego volvieron con la temporada
"así que si alguna vez tocas a mi puerta
y no respondo
y no hay una mujer adentro
es que tal vez me rompí la quijada
y esté buscando un poco de alambre
o cazando mariposas en la pared tapizada,
lo que quiero decir
es que
si no respondo,
no respondo,
y la razón es que todavía no estoy listo para matarte
o para amarte, ni siquiera para aceptarte,
lo que significa que no quiero hablar,
que estoy ocupado, enojado, alegre
o que tal vez estoy colgado de una cuerda;
así que si las luces están encendidas
y oyes ruidos
como de respiración, de rezos, de voces cantando
por el radio, de chasquidos de dados,
o de golpeteos de máquina de escribir
vete,
ese no era el día, ni la noche,
ni la hora adecuada;
y no es descortesía,
no deseo lastimar a nadie, ni siquiera a un insecto,
aunque a veces reúno evidencias de algunos bichos
que requieren clasificación,
pero tus ojos azules, si es que son azules
o tu cabello, si es que tienes
o tu cabeza, no pueden entrar
hasta que la soga se corte o se anude
hasta que me haya rasurado en
espejos nuevos,
hasta que el mundo
se haya revelado
o detenido
para siempre."


Ch. Bukowski

viernes, 20 de marzo de 2015


I




Hacía calor y el traje negro en el que estaba atrapado me apretaba asfixiante, como si los botones hubieran sido remachados a presión contra mi piel, y aguantaba estoico mientras caminaba por el duro adoquín a pasos inseguros. La entrevista había sido un fracaso, probablemente no me llamaría de nuevo, y no estaba de ánimo de hablar con nadie. El viento seco que soplaba con aire tibio me despeinaba y cada cierto tiempo un mechón de pelo se me caía sobre la frente, yo lo devolvía a su lugar con fastidio. En la calle había pocas personas y ya todo el comercio estaba cerrado, avance hasta doblar a la izquierda en una esquina solo para encontrarme con el mismo escenario. Había unas bolsas negras de basura apiladas en la vereda, al lado de un árbol que se inclinaba sobre la calle, y unos perros escarbaban en busca de comida. A lo lejos se escuchaba una sirena policial que pasaba y desaparecía, y los semáforos rítmicamente se encendían rojos y verdes como un árbol de navidad. De pronto una silueta dobló en la esquina caminando por mi misma vereda en sentido contrario, parecía un contorno masculino acercándose, pasando al lado mío y siguiendo de largo. Me sentía incómodo en mí mismo, con el sudor del caluroso día ya seco y pegado a la piel. Mientras caminaba repasaba en mi mente cada cosa que dije durante el día, y me enojaba de solo pensar cómo podría haber sido de distinto todo. Pensar en llegar luego a casa no me daba ninguna alegría tampoco. Bajarme del ascensor, abrir la puerta, entrar, estar solo, comer algo, tirarme en la cama, seguir solo, mirar el techo hasta dormirme, el calor, excesivo para esta época del año, tampoco ayudaba mucho. Al otro día lo mismo, levantarse, una ducha, comer solo, irse al trabajo, tener la expectativa de que el hippie de afuera del metro tenga algún libro interesante para comprarle, comer algo en la cafetería de al frente a media mañana, sentado solo en una mesa, en compañía de otros solitarios, y leer hasta que sea hora de volver al trabajo, esperar que ocurra algo emocionante durante el día que me despierte aunque sea un minuto del aburrimiento de hacer todo en piloto automático. Ir un sábado al mes a almorzar donde mi mamá, ver a mi hermana y sus hijos, que bueno que estén todos bien, el trabajo bien gracias, este año tomaré vacaciones, ¿no has ido a ver a papá? La semana pasada estuvo de aniversario, no me extraña, siempre has sido así. No quería llegar a casa, ¿pero que más podía hacer? No tenía ningún otro lado donde ir, nunca aprendí a perderme de verdad, siempre terminaba encontrándome al poco rato, nunca hay otro lado donde ir. Decidí dar un rodeo por otras calles para al menos no llegar tan pronto a estar encerrado enfrentando la soledad. Seguí de largo en la esquina que debería haber doblado y caminé varias cuadras demás sin fijarme cuantas, de pronto me percaté que no conocía el lugar en que me encontraba, doblé hacia la izquierda y el paisaje había cambiado totalmente, un servicio médico ocupaba toda la cuadra, y fuera de él, dos grupos de vagabundos dormían en colchones, tapados con frazadas, una ambulancia salía por el portón. En el paradero de la esquina, que intersectaba con una avenida grande, había tres personas esperando el bus. Cuando pasé por el lado del paradero, me entró la idea de tomar el próximo bus que pasara y perderme definitivamente. Me quedé sentado en el paradero, luego de un rato paró un bus y se bajó un hombre, pero no me moví, minutos después paró otro bus y se subieron dos de las personas que esperaban en el paradero, seguía sentado, quedaba aún en el paradero un anciano de boina, chaleco gris y bigote abultado, que me miraba de vez en cuando. Me tenían muy nervioso los gritos que salían de vez en cuando desde los bultos durmiendo fuera del servicio de salud, al parecer los vagabundos habían despertado y gritaban cosas a la gente que pasaba. Miré al anciano de gris que hizo un ademán de acercarse a la orilla de la calle, hizo parar el bus que venía, yo me paré y me puse detrás de él, el bus se detuvo y el anciano lo abordó, el chofer me quedó mirando manteniendo la puerta abierta, yo me quedé clavado al suelo, mirando a los vagabundos, mirando al anciano, mirando al chofer que me esperaba. Después de unos segundos las puertas se cerraron, el chofer se encogió de hombros y echó a andar de nuevo, yo me quedé parado en la vereda sin reaccionar a nada, miraba a los vagabundos, al bus que se iba, al perro que estaba enrollado durmiendo al lado del paradero. Miraba a los vagabundos, uno joven había llegado hace pocos minutos y se había acostado a los pies de los otros, mordisqueaban entre todos una marraqueta. Me acobardé, no me atreví a subir al bus, y supe que no lo iba a hacer en el próximo que parara tampoco así que volví a caminar, doblé en la avenida, mirando a los vagabundos hasta que desaparecieron detrás del edificio de la esquina. Inmediatamente vi a un grupo de siluetas que se acercaban a mi viniendo por la avenida, eran tres, y el de la derecha era el más alto. Derecha mía, izquierda de ellos. ¿Algún día me atreveré a hacer algo? El miedo siempre es más fuerte que las ganas de hacer algo novedoso, miedo a equivocarme, miedo a que me pase algo, miedo a hacer el ridículo, miedo a que las cosas no salgan bien. ¿Cómo podía esperar que pasara algo emocionante si nunca me atrevía a hacer nada? Bueno, ahora ya había hecho algo, ya había comenzado al menos a hacer algo distinto, tomar otro camino. Pasan las tres personas por al lado mío, me miran sin curiosidad y siguen caminando. A veces leo libros en los que pasan historias fantásticas, sé que todo eso no puedo ser pura invención, en alguna parte del mundo ocurren cosas, pero claramente no aquí, no se veían personas en al menos dos cuadras más hacia adelante, reinaba el silencio con murmullo de ciudad e incluso casi no circulaban autos por la avenida. De pronto vi un guiño de luz blanca que apareció y desapareció inmediatamente, un poco más adelante al lado de una puerta. Seguí avanzando con curiosidad hasta el lugar del que había venido el destello, y me encontré con que aquel edificio era una pequeña iglesia que tenía la puerta principal parcialmente abierta y que la luz que vi probablemente correspondía a un destello más grande que escapó por la abertura angosta que quedaba entre la puerta y el marco. Picado por la curiosidad, abrí un poco más la puerta y me asomé hacia adentro, al principio no pude ver nada pero luego de unos segundos mis ojos se acostumbraron a la oscuridad y pude distinguir los objetos del interior. Había un pequeño vestíbulo, y más allá, dos filas de bancas con sus reclinatorios, un pasillo entre medio de ellas, flanqueado por dos filas de pilares que avanzaban junto con las bancas y los reclinatorios hasta un sector abovedad, un poco más elevado, en el que se encontraba el altar. En el espacio entre el altar y los asientos había una tarima de madera y encima de ella, un armazón de cuatro patas sobre el que descansaba un ataúd con la ventanilla abierta. Maquinalmente me acerqué a mirar el ataúd, una ampolleta con una tenue luz violeta lo velaba desde una muralla próxima. Dentro del ataúd yacía un cuerpo de un viejo, que podría haber sido cualquiera, pero era él, la muerte le toco en este momento, como podría haber sido cualquiera, pero no. Me alejé del ataúd, sentí unos pasos en la entrada, no había nadie, me acerqué a la puerta y miré para afuera, una persona había pasado hace poco por fuera de la iglesia y seguía de largo. Volví a entrar, había una persona sentada en la última banca de la izquierda, un bulto negro que parecía una persona al menos. Dude si es que habría estado ahí desde que llegué, no me parecía haberla visto antes, volví a sentir un ruido de pasos cerca de la puerta, me volteé instintivamente, la puerta se cerró como soplada por el viento con un sordo golpe de madera y un corto eco más un ¡clac! metálico de la cerradura. Tuve miedo. Tomé el pomo de la puerta y la abrí de nuevo, entró una brisa tibia, si hubiera estado nublado, pensaría que iba a llover, pero afuera la noche estaba despejada y calurosa. Me volví hacia el ataúd, una persona en la oscuridad estaba parada al lado del, mirando por la ventanilla al viejo desafortunado, pensé que era la misma persona que había visto hace un rato, pero luego miré a la última banca de la izquierda y vi que ella aún estaba allí. Ahora había dos bultos negros con silueta humana en la iglesia, y ninguno de los dos parecía notar mi presencia. Se volvió a cerrar la puerta, ahora con un golpe más fuerte y seco, lo que me produjo un sobresalto, y volví a mirar inmediatamente hacia la puerta. Estaba convencido de que algo raro estaba pasando, las otras dos personas no parecieron percibirme ni a mí ni a los golpes de la puerta, yo me dirigí rápidamente hacia la puerta de nuevo para abrirla, pero esta vez el pomo metálico no giró y se quedó estático sobre sí mismo. Ahora si tuve mucho miedo. Intenté forzar dos o tres veces más el pomo pero no cedió, me di vuelta porque sentía un movimiento a mis espaldas y vi la iglesia de nuevo vacía. Estaba muy sorprendido sin entender nada. Caminé de nuevo hasta  el ataúd para asomarme a ver al viejo pero no había nada, estaba vacío también. Miré para atrás y vi veinte o treinta personas sentadas en las bancas, hacia la derecha y la izquierda, todas eran sombras negras, no podía distinguir sus caras. Se abrió la puerta de la iglesia, entraron tres personas más, se cerró de nuevo, se acercaron a mí que estaba parado al lado del ataúd, me abrazaron y me dieron palabras de consuelo, y se fueron a sentar en las bancas de la derecha. Estaba desconcertado, pero intentando actuar tranquilamente. Miré al ataúd y me di cuenta que había un cuerpo en él pero era una sombra negra entera sin rostro como las demás personas en las bancas. Escuché unas campanillas sonando, un ruido de voces que hablaban o gritaban, pero no venían de ningún lado, sentía quejidos y llantos, y no veía nada más que negro, y los llantos y los gritos envolviéndome como un torbellino y solo veía negro profundo y destellos blancos repentinos y los llantos venían de todos lados y un viento fuerte que soplaba contra mi cara y un golpe sordo que repentinamente callaba todos los demás sonidos. Silencio y quietud, una sensación tibia recorriendo todo mi cuerpo y un silbido lejano y agudo en los oídos como una vibración. Abrí los ojos y me vi atrapado en algo como una caja, intenté mover mis brazos pero no los sentía, y luego intenté gritar con todas mis fuerzas  pero el grito se quedó atrapado en mi pecho, desesperado intenté sacudirme hasta que de pronto abrí los ojos y desperté. Estaba parado al lado del ataúd, donde mismo estaba hace un rato, las mismas veinte o treinta sombras sin rostro estaban sentadas en las bancas, llorando y gimiendo algunas. Volví a mirar al ataúd y quedé congelado de miedo, el cuerpo que se encontraba adentro tenía mi cara, intenté tocarlo pero el frío vidrio de la ventanilla me detuvo. Una silueta a mi lado me tomó por el brazo para contenerme, acercó sus fríos labios hasta pegarlos a mi oreja y me dijo: - El momento más difícil en la vida de todo hombre es asistir a su funeral, muchos no quieren asumir que ya han muerto. ¿Acaso tú no te diste cuenta que pasaste cada segundo de tu vida caminando hacia la muerte?¿porque te sorprendes ahora?-.

jueves, 19 de marzo de 2015

el cuerpo extraña tanto en la soledad del espíritu

martes, 10 de marzo de 2015

Hoy me conmocionó la intrépida muerte de un héroe que llegué a conocer, quien fue muerto apuñalado cobardemente por defender, con gran arrojo, al indefenso de la felonía de quienes abusan en condiciones numéricamente injustas. Alta caída engendrada en la bajeza, el Valhöll te espera con la generosidad de su exuberancia.

lunes, 9 de marzo de 2015

Un dibujo fuera del margen, un poema sin rimas.

martes, 3 de marzo de 2015

En la geografía de las galaxias, una playa del universo.