domingo, 9 de junio de 2013

Hoy no me he podido ir a dormir, son casi las 8 de la mañana y no sabía que me guardabas ese odio que encontré entre las letras mayúsculas. Que injusto lo siento. Me disparaste, te rogué y me rechazaste, te lloré, llegué a ser patético, me asomé al abismo y me caí, y así de fácil me odias. Me dejé el alma en argumentos, en súplicas y me ejecutaste, y me odias? Me da mucha pena que me odies, lo intenté todo, hasta el agotamiento, todo, y tu me rechazaste también hasta el agotamiento. Morí, fallecí, y tuve que revivirme, a la fuerza o no, no me iba a permitir quedarme muerto para siempre, con un hoyo enorme adentro, pero con el consuelo de haberlo intentado hasta la irracionalidad, si tu no me querías, ya no podía hacer nada con eso, eso lo tuve que entender, adoptarlo como consigna y seguir adelante. Tú tuviste la decisión en tus manos tantas veces, tantos días en que pudo haber bastado solo una palabra, hoy no me vengas a odiar a mi, por favor.