lunes, 9 de agosto de 2010

Inconcluso

Si y no, ya no me conformo y soy un disconforme,
ya estallo y estallé como el blanco en el azul de las puntas de las olas
ya corro y vuelo y no me conformo con caminar
y ya parto y regreso sin tener a donde caminar
ya parto y divido, en un embarazo de vuelta,
de vuelta sin retorno, y de vueltas sobre si mismo.
Pero hoy recorro la orilla, y sin miedo a saltar
y aunque no veo el fondo del abismo, ya no me importa,
porque tantas veces una vida es cargar
que cuando se camina de vuelta
la liviandad de la libertad es más abrumadora
que el peso mismo que luchábamos por arrojar.
A veces los pastos son una champagne embriagadora
por como se extiende en el suelo su infinidad
y el viento es un pez travieso
que revolotea por cielo como si por un oceano,
y tímido primero, de vez en cuando
se acerca hasta nosotros y nos besa las canillas
las rodillas, los brazos y las melenas,
da caricias con un amor natural que adormece de paz.
Y a veces cuando dejas las ventanas abiertas,
las cortinas blancas se elevan y bailan
y mientras hacemos el amor
el viento nos acaricia los dedos de los pies
y nos lava y nos purifica a un mismo tiempo
y santificados sorbemos de nuestras bocas
la comunión natural que pacifica y auna los espíritus irascibles.
El viento corre y recorre y husmea
por cada rincón y por cada doblez del suelo inundando hasta el pasto
y estira sus dedos sobre las raices alzándose
y abraza los troncos de los arboles
los aprieta ligeramente, frota los frutos de los arboles
pule las los hojas de los arboles y envuelve a los pequeños insectos
los asfixia un poco, los consiente como a los pequeños niños rechonchos
y se derrama a raudales por los copas de los arboles
y de ahí se arroja intrépido hacia el firmamento que no acaba nunca,
ya lejos de ahí empuja a las nubes y las arrastra en su andar
y las lleva cada vez más y más allá
hasta donde el cielo es puramente azul
empujándolas hacia el milagro
y allá, tan cerca de la felicidad
las nubes se embriagan de un júbilo creador e irresistible,
y sublimadas se entregan a si mismas en ofrenda por la vida
y la Providencia las nombre mensajeras de la creación
para que transmitan a todos los seres vivos la alegría de existir,
para que lleven la vida hasta los rincones más muertos de la casa
y las nubes dichosas por su nueva potestad,
blanqueadas se entregan a la transmutación milagrosa,
cierran los ojos, se paran en la orilla del cielo
y sin más, se dejan caer de espaldas
sin ser más que gotas de fe pura.
A medios pasos avanzamos, compungidos,
como perros hambrientos e intimidados,
afuera pasa un hombre corriendo y gritando como una tormenta
y su boca es un saco de verdades terribles,
un hombre aburrido de vivir se prepara para inmolarse a si mismo
pero ha caído en una inacción tal que ni el suicido le hace sentido
ni aunque existiera un dios, nos podrían salvar,
porque somos peores que dioses egoístas,
somo hipócritas como burócratas,
y afuera el viento es una revolución de dimensiones
una confusión de existencia que limita con las puertas de las casas,
nos movemos en círculos concéntricos
hipnotizados, idiotizados,
por un espíritu central que desde lejos extiende oscuros tentáculos
sobre cabezas ingenuas y cabezas ingenuizadas,
en nuestra ceguera no fuimos capaces de ver, ni siquiera oir
el huracán que se gestaba y agitaba ahí mismo,
al otro lado de la muralla, a la misma distancia que nosotros
estábamos de ella,
un huracán de ollas, sartenes, escobas, martillos, palas y lapices,
la realidad se volvía una pirámide invertida,
una superficie demasiado grande, apoyada en una base
demasiado pequeña, manteníase en pie apenas,
gracias a las televisiones que existián en cada hogar,
un equilibrio frágil, pero camuflado, aunque se mantenía estable.
Hasta que de entre un mar de cabezas tiernas se irguió un gigante,
un pequeño sopló que despertó al vendaval,
un orador incomparable y un guerrero incansable,
y un perro indómito, que no pudo ser doblegado por el hambre
ni por el terror. Una de aquellas personas singulares
que nacen sabiendo exactamente como y cuando van a morir.
Un día nuestro héroe, durante su infancia declaró:
"Hablo una lengua poética que no soy capaz de comprender,
tengo un mar de palabras en el bolsillo que me dicen algo
que hoy callaré, y el mundo lo sabrá cuando tenga que saberlo"
Y se entregó en cuerpo y alma en la lucha contra
la pirámide infernal y opresora
y toda su vida fue una vida de victorias, una tras otra, seguidas,
y una vida de aprendizaje y sabiduría, pero su guerra era interminable.
Un día nuestro héroe, cansado, se dio cuenta de que ya no podía
empuñar la espada con el vigor de antaño,
y que aun luego de incontables victorias, la guerra no parecía
si quiera acercarse a su fin, entonces,
luego de cuarenta semanas, sin para de combatir,
y cuando cumplió treinta y tres años,
subió a un cerro y parado en su cima, enterró su espada en la tierra
y declaro ante el mundo entero:

"El Arte es Belleza,
y la Belleza es sublime en su esencia
lo que no se sublima a si mismo,
no es Arte.

El Arte es una creación humana
no toda creación humana es Arte
la creación humana que alcanza la Belleza
es Arte.

La creación humana
que se basta a si misma para ser bella,
se sublima a si misma y es Arte.
Lo que no se sublima a si mismo,
no es Arte.

Quien es capaz de crear una obra
que alcanza la Belleza, es un artista.
Sólo quien es un artista,
puede concebir la Belleza
quien no es un artista
es incapaz de concebir la Belleza.

El amor es bello,
y quien es incapaz de concebir la belleza
es incapaz de concebir el amor,
y es infeliz."

y cuando todos en el mundo lo escucharon,
y cuando todos en el mundo le hicieron caso,
el infinito inundó la nada,
y todos pudieron descansar.

Hay un libro maldito, que contiene la mitad
de toda la sabiduría del Universo
en una medida mortal que causa adicción,
ante la cual no puedes evitar
dedicar tu vida únicamente
a buscar la manera de encontrar la otra mitad,
la infalibilidad es un bien en sí mismo,
la perfección, pero tenemos claro,
hay que hacer grandes sacrificios,
y este es un libro que una vez que lees
no puedes olvidar, y es más
una vez que lo empiezas
no puedes dejarlo sin terminar,
la infinidad es la droga de los iluminados.
Nada tiene sentido, y eso es verdad,
es tan verdad que llega a ser arrolladoramente cierto
aterradoramente cierto, y más verdadero
de lo que tú o yo podriamos desear,
es tan real que sólo nos queda
satisfacer los instintos y las pasiones, las simples,
las animales, de la carne, y las otras pasiones,
esas que son únicamente humanas,
y aquellas a las cuales todo se encuentra subyugado,
incluso las pasiones animales,
las vanidades, aquellas que yo mismo
estoy intentando satisfacer en este momento.
Las vanidades son capaces de destruir hasta
las argumentaciones más fuertes,
de transformar todo en una falacia,
niégalas y estás sometiéndote a ellas.
¿Y porqué satisafacerlas es lo único que anhelamos hacer?
simple, porque es lo único que queda por hacer
cuando nada tiene sentido,
hacer amena la estadía
antes de tener que volver
a la nada
de donde
vinimos.

No hay comentarios: