viernes, 6 de noviembre de 2015

La violencia y la defensa

En las mitologías fundacionales del Estado Moderno se han elaborado fantasías contractualistas que postulan un hipotético primer momento social, en el cual supuestamente habríamos pactado vivir en sociedad. Lo cierto es que la historia ha sido escrita por aquel que ha ganado, y el mito contractual le ha sido útil al dominador para encubrir una violencia originaria. Un saneamiento de la historia a través de la bella retórica de la filosofía política.  Basta con no ir más lejos que nuestro propio país o continente, esta Latinoamérica lacerada, para verlo en  la realidad. ¿En qué momento de la historia de Chile una carta fundamental ha sustentado su nacimiento en otra cosa que no sea la violencia, o al menos la simple amenaza de la fuerza? Si hubiera un Tribunal Universal, podríamos alegar la ilegalidad de toda la historia de la república, sustentado en el antiguo vicio de la fuerza. Bajo la fría lógica civil, la respuesta más recta del hipotético juez sería “retrotráigase a las partes a su estado anterior”, e indemnícense los perjuicios, agregaría yo.
Así las cosas, anterior a todo ordenamiento jurídico, parece subyacer un primitivo y originario derecho a la defensa, emanado de la violencia originaria misma, antes de que el dominador asegurara su dominio y anterior a cualquier elaboración teórica posterior que busque justificar la apropiación del monopolio de la fuerza por el Estado. Un derecho que no precluye ni prescribe, que no se agota en su ejercicio sino que se reafirma, y que del mismo modo convive simbióticamente con el ejercicio del poder, ya lo dijo Foucault, no hay poder sin resistencia. De esta manera sobrevive hasta nuestros días, como un deber para con la realidad, el derecho a defenderse y resistir a esta violencia originaria, la que por ser borrada y encubierta de la memoria de los pueblos, se mantiene siempre actual y presente con naturaleza fantasmática.

Es importantísimo. Hay que preservar para todos los pueblos del mundo el legítimo e inalienable derecho a defenderse y rebelarse contra toda violencia de la autoridad, en la cual se reactualiza siempre el fantasma de la violencia original.

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