lunes, 15 de octubre de 2018

una matemática inexorable me tiene bebiendo duros tragos de amargura;
es el entre-dos-muertes de la tragedia sofocleana,
el resplandor de lo bello en lo sufriente.
una dialéctica deseante artificiosa, maquínica,
se incrusta en la pulpa del sujeto, en la falta nuclear,
trayendo malos augurios,
jugándole muy malas pasadas a la suerte,
confiándole todos los secretos a la locura.

una máquina carnicera rota, intransigente, viene
secando los aires del crimen,
en las estampidas de invierno,
terrible
como el silencio en los manicomios,
aterrorizador
como planetas fugados de sus órbitas,
como cadencias galácticas que de pronto olvidan sus tonos

como si de pronto un corazón
olvidase el calor de su pulsar,
tocara un ritmo extranjero,
se desacoplara de sus flujos íntimo,
y, desconociendo todas las vísceras,
solo entonase armonías en descomposición


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