sábado, 18 de abril de 2015

De solo verle los ojos le adivino el cuerpo,
mujer rebosante, llena de frutos,
de solo verla mirar
le adivino el sexo volcánico,
el eneagrama tatuado en el pecho,
columna vertebral
desde el pie al sol.
La noche es tu piel y mirar,
ave nocturna
en el espacio que abarca tu mirada,
cabe toda la penumbra,
enigmática cazadora,
no fuiste hecha para la luz del día.

Saltabas sobre mi a cada instante,
en cada oportunidad que nos diera la puerta,
nunca me dejaste casi vivo o casi muerto,
en tu cabalgar cabalgaba la impaciencia
siempre me embestías, sin mediar la resistencia
tanto de impiedad, ay! tanto de inclemencia


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