lunes, 28 de agosto de 2017

este nombre que me dieron está maldito
y maldito también el hado que lo tejió;
maldita la ponzoña y la cicuta
que por compasión al menos
me revienten ligero los intestinos.
Maldita la cuerda y el ojal,
que se enrosquen firmen
por compasión al menos;
maldita la fiebre ventricular
que demora ya demasiado,
que no termina de llegar.
Maldito el cauce
el agua que corre
la riviera infecta,
que estalla en esquirlas,
malditas las metrallas;
malditos perdigones
que desde que nací en mala hora
salieron desparramadas;
maldita la herida inmunda,
el germen y la bacteria,
maldita la tarde y la lluvia
en que me vieron caer



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