miércoles, 3 de marzo de 2010

La noche en que el cielo se iluminó (o "preambulo atrasado")

Cuando volví en mi tenía un ojo en un brazo, otro en el hombro, las manos en la cara y la boca en alguna de mis rodillas, mi frente estaba en mi ombligo, y se mecía.
Afuera la tierra bailaba y en el cielo un festival espantoso como si las estrellas cayeran una a una sobre la tierra, haciendo de la noche un día por enormes segundos persistentemente eternos e inmóviles, fueron ellos los segundos más largos de mi vida, luego una explosión de un cielo rojizo apocalíptico como un trueno furioso y se acabo.
Cuando las noches como estas tienen sus propios soles, que no son más que el alma del propio día, el día propiamente tal no puede sino ser un extraño Sol de terremoto.

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