martes, 4 de agosto de 2020

¿puedes explicarme que estamos haciendo?
¿bailando un ballroom triste como una comedia?
¿actuando un drama soft de media tarde?
¿haciendo una maniobra emocional de funambulismo conformista sobre el borde de la juventud tardía, para cerrar los ojos a esos dolores del siglo: la soledad apática, la soledad bulliciosa, la soledad vergonzosa, la soledad por deficiencia relacional?
Mírame de frente y acepta el dolor, somos eso, somos sufrimiento.
¿Acaso no percibes en mi abrazo el grito desesperado, el pavor?
No trato de engañar a nadie, soy miedo y soy dolor,
míralo de frente
¿Puedes soportarlo?
soy un camino más, como otros, no soy especial,
tengo tus gestos, tus marcas, soy un accidente en tu camino.
Soy una letra del diccionario, cargo el dolor del siglo,
el dolor anónimo, el dolor confundible, el dolor reemplazable,
llevo también la marca de mi siglo,
del desengaño, de las promesas rotas,
de la ibaris: la revelación de que no soy un héroe,
la aceptación de la mortalidad, no hay proeza,
no hay camino,
solo hay dos flechas, una ineludible.
Somos el fracaso del proyecto del sujeto del siglo enceguecido,
la historia que viene después del final,
el retorno en la parábola:
un cometa cansado o pirotecnia desfalleciente,
el suspiro lastimoso que queda después de hacer el amor, el peor de todos, el más feo, ese suspiro en el que caen todos los telones, el fin de la obra del deseo, el hastío de lo real.

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