domingo, 6 de diciembre de 2009

I

Nací en el momento que coincide con lo que llaman en su tiempo accidental, perdón, occidental, veinticuatro de Octubre del año mil novescientos noventa y nada, a las once de la madrugada del día siguiente, durante una luminosa y corta noche, entre el otoño y el invierno, en una choza humilde con olor a muerte, que queda ahí en esa ancha angostura que susurra el momento preciso en que el Oeste se disfraza de Este. Afuera las estrellas cubrían a las nubes, y todos los bosque del mundo, sigilosos se deslizaban hasta la puerta. Dos cuervos, agoreros del desastre, a esa misma hora devoraron cinco golondrinas en el techo, haciendo crujir en la Gran Roca, las raíces mismas de las altas montañas, el suelo acalambrado se agrietó como un mazapan, la naturaleza se desgarró a si misma, una mujer mintió, y un viento norte sobre el oceano murmuró una verdad por minuto durante un día completo, si alguien las hubiera oído, el mundo hubiera sido absorvido en un torbellino, debido al final de la Historia, pero no sucedió así. Un halcón, semejante a un ángel con paracaídas, navegó por la orilla de la tarde, incendiandose hasta tornarse purpura, azul marino, y luego negro, golpeó a la puerta, y flemáticamente se presentó como El Destino, tomó a la criatura recién nacida entre los pliegues de su caparazón, y anunció a los atemorizados padres que el planeta no aceptaría una sola persona común más sobre su lomo cansado y viejo, por lo que su hijo debía ser ejecutado en el momento, o podía ser encadenado para siempre a un devenir anormal, sometido al yugo eterno de vivir como un poeta, siendo gravado de por vida con la titánica tarea de hacer florecer en sus dedos y en su lengua la esencia humana en signos, su cuerpo es como un instrumento de la humanidad, en su mente maravillosa se manifiestan todas las formas que fluyen como un suave arroyo hasta las paginas sedientas de gracia, el poeta es un pequeño Dios ateo, un hedonista soberbio, desadaptado social, megalómano, noble, y por sobre todo, creador. La poesía que se filtra de la esencia de todas las personas en la calle flota hasta mi espíritu como una fragancia y me retiene en mente y alma, me presiona para que la baje a esta esfera terrenal y no me deja hacer ni pensar nada más hasta que la haya hecho asequible a todo quien tenga el supremo interés de conocerla.

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