viernes, 21 de febrero de 2014

Pies descalzos

Pies descalzos

"Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones, donde todos los vinos corrían. Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. —Y la encontré amarga.—Y la injurié. Me armé contra la justicia. Huí. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh cólera, a vosotras os he confiado mi tesoro. Logré desvanecer de mi espíritu toda esperanza humana. Sobre toda alegría para estrangularla di el salto sordo de la bestia feroz. Llamé a los verdugos para morder, mientras agonizaba, la culata de sus fusiles. Llamé a las plagas, para ahogarme con la arena, la sangre. La desdicha fue mi dios. Me revolqué en el fango. Me sequé con el aire del crimen. Y aposté con la locura. Y la primavera me trajo la horrenda risa del idiota. Pero, cuando estaba casi por decir adiós, resolví buscar la llave que me abriera las puertas del festín antiguo, donde quizás recuperaría el apetito." J.A. Rimbaud.

Años atrás en mi vida tenía un tiempo tranquilo, tenía sueños vacíos de imágenes y de anhelos, hasta que un día se me ocurrió salir a una fiesta, chaqueta de cuero en mano, entramos con un amigo, soltero, sin preocupaciones, sin ansiedad, sosteniendo un vaso, en el patio conversando y un grupo de jóvenes parados en frente mío, hasta que uno de ellos se movió para un lado, el otro también se quitó de en medio, y en ese momento, resplandeciendo desde el otro lado del lugar, ahí estaba ella, podría describir la escena de memoria, porque me quedó grabada a fuego en los ojos, ahí estaba ella, conversando, riendo, me paralizó. Me miró un segundo, y desde sus ojos explotó como una aurora un rayo, una luz de distancias que rompió la tempestad como un faro imponente y me desbancó, su resplandor me transfiguró como las manos del alfarero, me convertí en un crisol y la aguja de su pupila transformada en filo centelleante me apuntó, atravesó mi chaqueta, polerón, polera, piel, carne, músculo y huesos y se clavó en mi corazón dejando una herida sangrante que me inundó, un torrente desbordante, y me marcó con hierro, un disparo a quemarropas en mi memoria, indeleble como la ruta de las estrellas, un olor a pólvora quemada que se impregnó en mi habitación, que luego recordaría como a la frustración, que me ahogaría como las copas de lágrimas que se rompieron en su honor, sobre el telón de pétalos marchitos que se desplegaban al recuerdo de su voz y como la noche agobiante sin estrellas que se cernía sobre mi al cerrar los ojos, al hurgar en la profundo de mi imaginación, donde solo encontraba la acuarela de sus ojos velándome como fúnebre crespón.

Pocas veces la vi, es cierto, pero me dejó una resaca de desilusión, y caí desde una nube en picada como el altazor, tuve que prohibir su voz, su abrazo cálido, el candor de su rubor, el ardor de su recuerdo, la infinidad de mi dolor, la canción de su ausencia, la cicuta de su despreocupación.

Esa noche que lloré en tu pecho, cuando fui a ofrecer mi corazón, no dijiste mucho, y como un documento inalterable, rechazaste mi corazón, pasó el tiempo, no será tan fácil, yo se que pasa, no será tan simple como esperaba, como abrir el pecho y sacar el alma, una cuchillada del amor, y arrollé las calles llorando y te escribí mil versos y por muchos días repetí en mi mente un mantra, "el mejor momento aún no vino, está por llegar", te quedaste con mi dibujo y yo me quedé con tu vacío

Aún recuerdo ese día que estuvimos en el parque, que te hablé de nubes, que con cualquier excusa tomé tus manos y te tracé un destino, que nervioso estaba, como un niño que aprende a caminar, cuando te recosté en la hierba y me acurruqué sobre ti, y puse mi mentón en tu nariz, y la mía en tu pelo y me puse a jugar, y bajé por tu frente como una cascada, hasta que desemboqué irremediablemente en tu boca. Y te besé una vez, y nos besamos, y mordiste mi labio y yo el tuyo, y te besé un momento con los ojos abiertos para guardar de esa escena un segundo en mi imaginación, luego te tomé triunfante de la mano y te llevé a dar un paseo. Ese día aún lo recuerdo, y luego casi un año después lo recordé también diciendo: "Bendito el lugar y el momento en que en los ojos que amo me veía".

Pero pasó el tiempo, y unos meses después con amargura me quejaba: "¿Quien permite que vivan almas como esa en ojos como esos?" y Fito me lo recordaba: "Te dí amor hasta el fondo del mar y lloré entre las flores de Mayo". Melancólico un mes después le respondí: "Me falta la sonrisa salvadora y complementaria, de días y temporadas". Hasta que resignado y sincero te rogué: "Desaparece de acá, maldita cosa más hermosa del universo".

Pasé un año sin poder explicarlo, hasta que el Flaco me lo enseño de la forma más simple posible: "¿Que calor hará sin vos en verano?"

PS: A pesar de Neruda, fue tan corto el amor, y tan largo el olvido.

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