viernes, 9 de mayo de 2014

Al cautiverio feliz
llaman las campanas
al cielo liso
al suelo blando
a la parsimonia
llaman las campanas
como llama el bosque al pájaro
como llama el hijo
al abrazo del padre dichoso
y descubre sin pensar nada
como cae desde el techo
la bendición
sigilosa
de la calma.

Al cautiverio feliz
que llama sin sentido,
que llama sincero
con el repicar de un cencerro
con el murmurar de un olivo,
desde el aroma de la infancia,
a salvo de incendiarios
oculto de falsarios
y de impuras fragancias,
y trajina como un niño
entre meditaciones nocturnas,
la ruta del pensamiento,
la ruta del descubrimiento:
-"Las puertas de la gruta
se han abierto en cumplimiento
del destino incierto
de rastrojos perecederos-."

Hemos sido arrojados
sobre buena simiente
y sobre mala simiente
y más allá de ellos la muerte,
que sin descanso miente,
espera impaciente
a los abandonados.

Ah de los malogrados!
Ah de los humillados!
Ah de los cercenados!
Ah de los enterrados!

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