martes, 4 de noviembre de 2014

En el fondo, ella tenía miedo y lo sabía, porque sabía que no iba a funcionar, como quien sabe que saliendo de casa le pasará una desgracia, y así fue. Él la encontró, como siempre, abandonada en sus limites, con una voluntad débil y drogada por los años de autocomplacencia, los años de trabajo activo como analgésico de su profunda autoculpabilización. -Los años han hecho estragos en nosotros, ya somos como árboles jorobados por el viento, rígidos en nuestra decadencia. Y sin embargo somos divinos aún... bueno, al menos yo-. El animal sacrificado en el altar de dios, por compasión, se desangra lentamente, y entregado en ofrenda, ofrece su cuello por la salvación de su pueblo. Sin embargo nunca la sangre es suficiente, y ella, en el fondo, no quería ser salvada. Él se despidió austeramente, nunca más la volvió a besar ni volvió a atender sus llamados, aunque alguna vez años más tarde lloró su recuerdo. El animal sacrificado, finalmente, en su sacrificio sólo se salva a si mismo.

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