domingo, 30 de noviembre de 2014

Nada me espera allá

el tiempo es feroz
cerré las ventanas por la tempestad
los vidrios del techo ya no están.
Que ocasión más triste
no puedo ya ni recordar
las cálidas navidades.
Extraña efemérides
siempre sabes como hacerme sentir mal,
hito de acercamiento a la muerte.
Los vidrios en las ventanas
están mudos,
nada me espera allá,
las soledades vividas
se enroscan en el cuello
vigorosamente.

La fugacidad del tiempo,
el ímpetu del abandono,
la opresión pectoral,
un diseño de nubes, escondido
entre las malezas del pasado

El temple baja por la frente
como un rio congelado
y se empoza en el cuello,
nada me espera allá,
y vuelve recurrente a mi mente
la sentencia de la experiencia:
son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... pobre... ¡Pobre! vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

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