martes, 23 de septiembre de 2014

Shar y el Maestro.

El maestro se encontraba sumido profundamente en la meditación, sentado a la orilla del ancho río sagrado de Yomuna, que algunos llaman Brahmaputra, en medio de una selva manglar muy espesa. Había permanecido en estado de meditación por cinco horas ya, llevando a cabo una extensa conversación con las voces del río que se pueden oír cuando el corazón está en silencio. El maestro estaba escuchando como el río le contaba su infinita historia y todo lo que había visto, y le estaba enseñando los secretos que conocen los ríos respecto de la unidad del ser en su transformación y su continuidad.

Sin embargo, a pesar de su gran experiencia y calma interior, el maestro sentía un pequeño desasosiego que interpretaba como una espera, que iba de a poco entendiendo mientras experimentaba, y que le hablaba de su lugar en el universo.

De pronto, un ligero crujido de ramas se comenzó a escuchar, apenas perceptibles sobre el suave murmullo del río que siseaba y los ruidos de kokil aleteando entre las ramas de un arbol cercano que se dejaba oír a ratos. El crujido se sentía cada vez más cerca y el maestro ya lo había percibido, sin embargo se mantuvo calmado en su lugar, con los ojos cerrados, y sin moverse de su postura de meditación. Había sentido un prana muy puro y sin embargo debilitado que provenía del enorme animal que se le acercaba, quien se encontraba muy hambriento. El enorme y noble tigre que se acercaba lentamente se llamaba Shar, quien avanzaba agazapado contra el suelo entre medio de las gordas raíces de los manglares. Avanzó hasta estar a un par de metros del maestro y luego se detuvo manteniendo todos sus músculos en una tensión expectante y le habló al maestro de la siguiente manera:

-Maestro, soy Shar y me encuentro hambriento, mi naturaleza de tigre me empuja a saciar esta hambre punzante que tengo devorándote a ti, las hojas y los frutos de estos árboles, que los monos y los pájaros parecen disfrutar tanto, no son nada atractivas para mi, siento un deseo incontrolable por devorarte.

A lo que el maestro respondió:

- Lo sé, Shar.

Luego de un silencio Shar le dijo:

-Muchas gracias, de verdad, tu te alimentaste de otros como yo me alimento ahora de ti, y otros se alimentarán luego de mi, muchas gracias.
Entonces avanzó luego Shar, ya sin agazaparse contra el suelo y se colocó tranquilamente frente al maestro y le habló de nuevo:

-Tu vida continuará en mi como el río se mantiene en cada gota de agua que llega hasta el mar.
A lo que el maestro respondió:

-So ham (Yo soy él).

Finalmente, el maestro inclinó suavemente el cuello hacia su izquierda, exponiendo el costado derecho, en el cual se clavó profundamente la garra de Shar. Rápidamente se desangró el maestro por la herida del cuello, a través de la cual brotaba profusamente la sangre. En pocos más de un minuto se encontró tan debilitado que, sin oponer resistencia, se dejó llevar por el soplo de muerte que lo arrebataba de ese cuerpo. Shar se alimentó de su costado, comiendo de él hasta haberse saciado, y luego arrastró su cuerpo hasta el río, para que este se lo llevara hasta su tumba sagrada en el fondo del mar. Cuando Shar arrastraba el cuerpo, este aún no perdía la serenidad del semblante.

Así el maestro se fundió finalmente con el río, como este le había anunciado en su última conversación, por lo que se encontraba muy contento. Empezaba para él un nivel más elemental de aprendizaje, que le revelaría los secretos que cantan las voces de la tierra, el cielo y el mar que los oídos de los hombres difícilmente pueden oír durante su estadía en estos cuerpos.

Paz a los que leen. Shanti shanti shanti.

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