viernes, 26 de septiembre de 2014

Ponte en tu lugar


[BORRADOR INACABADO]

Mi adhesión a este movimiento en contra del acoso callejero surgió de una manera muy particular, en la que prácticamente no tuve posibilidad de elegir, de pronto estaba relacionado muy de cerca con el OCAC, algo así como "sin haberlo elegido". Así, me encontré de improviso cuestionándome algo tan natural(izado) en la cultura machista de la que provenía, como es el "piropo callejero", la interpelación callejera inesperada, sexualizada, unidireccional, y sin pretensiones de establecer efectivamente una situación comunicativa entre el piropeador y el piropeado, normalmente acompañada de una intimidante mirada lasciva, y a veces hasta de un contacto, sutil o agresivo, que invade la calma del afectado (normalmente "la"). Ante la presentación de esta realidad cotidiana como una situación de agresión, la primera pregunta que surge en nuestra mente de machos brutos es ¿agresivo como? deberían sentirse halagadas, y no violentadas, por mi expresión de deseo hacia ellas. Y por último algunos a veces hasta llegan a sostener, haciendo gala de su empatía y alteridad, "yo en su lugar estaría feliz, me gustaría que me dijeran un piropo en la calle".

Pero no es tan fácil para nosotros ponernos en el lugar de ellas, no es solamente un ejercicio de imaginarnos a nosotros mismos en una situación como esa, sino que hay que hacer algo que probablemente cualquier hombre, dificilmente, podría hacer a cabalidad, que es reconstruir una experiencia de unos dieci o veinti o treinta y tantos años, o más, teniendo que aceptar desde que se tenga uso de razón, que se pertenece al sexo débil, al bello sexo, como lo llama Kant, a ser una incapaz relativa, como lo afirmó en algún momento el derecho respecto de la mujer casada, al género de Eva, la pecadora, la que debe solicitar la ayuda del hombre para destapar la botella o abrir un frasco. Y luego, sobre esto, figurarnos esta circunstancia particular como parte de una realidad que ha ocurrido prácticamente a través de toda la historia que conocemos: Nos es inimaginable, irreconstruible. Como cuando nos dicen que el diámetro de la vía láctea es aproximadamente de 1 trillón de kilómetros, la experiencia de lo que es ser mujer, toda una vida y toda una historia, nos es tan extraña y distante, que se nos vuelve simplemente inimaginable. Cualquier ejercicio de ponernos en su lugar se nos queda corto, por lo tanto, aunque a mi, eventualmente, me gustaría ser piropeado de vez en cuando en la calle, no tengo ningún derecho a suponer que para ella sería agradable también, considerando la particularidad de su posición en la sociedad. Y más aún, ante la imposibilidad de ponerse en el lugar de ella a cabalidad, ¿Cómo podemos los hombres entender este reclamo de las mujeres sin poder llegar a experimentarlo en sus mismos términos? la respuesta es simple, el hombre no necesita lograr ponerse en su lugar para comprender la agresividad de la práctica puesta en entredicho, la manera en que se construye la subjetividad del hombre hoy en día probablemente nos haría imposible entender la connotación que tiene para las mujeres. Ante la denuncia que se está haciendo manifiesta hoy en día, los hombres debemos escucharla, simplemente acogerla y escucharla.

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