miércoles, 25 de junio de 2014

Magnolia II

Cerré los ojos con fuerza, apreté los dientes, tuve mucho miedo, nunca tuve tanto miedo como en ese momento, y con una chispa de resolución que brotó de no sé qué parte, apreté el gatillo. En un segundo que duró una eternidad, hubo un bramido como un trueno, un destello fulminante, y luego un dolor tan intenso y real que parece que lo estás masticando en tu boca, que te hace olvidar por un momento todo lo demás. Sé que morí con los ojos abiertos porque la sorpresa del impacto me hizo abrirlos, como si no supiera lo que estaba pasando. Pero inmediatamente se fue todo, desapareció el dolor terrible y se hizo un silencio tan grande que se sentía como un silbido, que en verdad es el hambre del sonido.
         Con una sensación indescriptible, que lo más cercano para llamarla sería un mareo, sentí como me despegaba de mi cuerpo, como si por parte te desconectaras de tus sentidos, de tu intuición, de tu ser, de tu estar. Luego que pasó eso ya no vi ni oí más. Yo me esperaba una luz al final de un túnel, un flashback de mi vida, una sensación de volar, pero nada de ello ocurrió. Sentí que de alguna manera algo me succionaba hacia mi interior como un boquete repentino en el fondo de un recipiente, pensé que la muerte nos acerca al ser, y  sentí miedo y luché por aferrarme a las superficies de la conciencia, y sentí como se adelgazaba mi presencia, siendo arrastradas por la succión las partes más ligeras, hasta que no pude aguantar más y me solté para ser llevado.
         Me invadió una sensación de vértigo indescriptible a la vez que no podía experimentar ninguna sensación, algo que no sé explicar. Era arrastrado por esa succión poderosa que también me desarmaba cómo el viento al humo del cigarro. Sentía estar cayendo a través de un vacío que se hacía infinito, y el lugar se aparecía como un domo misterioso o un enorme recipiente que se volvía a la vez muy profundo y cóncavo. También a medida que caía la oscuridad iba aumentando hasta que llegué a una profundidad en que la oscuridad era tal que parecía como si una materia negra y ciega inundara todo, una oscuridad densa que se me quedaba pegada. Y el vacío, el vacío era estremecedor, un vacío duro, cargado además de una energía invisible que se adivinaba latente en todas partes.
         De repente dejé de caer, sin impacto, sin aterrizaje, sin golpe, sólo dejé de caer y me quedé flotando donde me encontraba. Una presencia me invadió por entero, una presencia que sabía incorpórea, pero que adoptaba una forma que me abrazaba casi sofocándome, se enrollaba sobre mí, fría, casi muerta. Era algo desconocido, pero tenía la forma de una gran serpiente negra, sus escamas eran espejos que reflejaban la profunda negrura del lugar, la veía enrollarse y moverse, veía su cara sin ojos, sin oídos, sin nariz, sólo tenía una boca muda, que sólo servía para devorar, pero no veía su cola, parecía no tener fin, sólo aparecía y seguía apareciendo a cada segundo.
         Cuando ya me había enrollado por entero puso su cara en frente mío, muy cerca, pude ver los detalles de sus escamas de espejo, que parecían estar grabadas con palabras indescifrables, pude ver sus dientes afilados, y la lengua que iba y venía instintivamente cortando el aire, tanteando y husmeando. Pude ver los bultos como cicatrices que se encontraban donde debían estar sus ojos. Se movía intuitivamente sin poder ver hacia donde, solo sintiendo con su lengua los sabores de los que se impregna el aire, y cada cierto tiempo parecía nutrirse de la energía que flotaba en el ambiente.
         Mucho tiempo (o puede haber sido solo un segundo, acá el tiempo es una sustancia tan extraña) me pregunté que era aquella criatura, y por qué habitaba en ese lugar, que según yo interpretaba, de alguna manera era un lugar  dentro de mí mismo, quizás detrás de la conciencia, dentro de la mente pero fuera de lo pensado, algo así como una prisión primitiva, un hades material-espiritual y personal, lo más parecido a una caja de pandora, un purgatorio de pensamientos.

         Tenía un miedo desnudo mientras la serpiente me atrapaba, pero un miedo insustancial, que más parecía un presentimiento desconocido que un temor experiencial. La gran serpiente negra abrió su boca muda desencajando lentamente su mandíbula, sin hacer ningún ruido, y sin más me comenzó a devorar en un sólo gran bocado, sin dolor, sin sensación, sólo me iba devorando lentamente mientras me adormecía por algún motivo, hasta que finalmente todo se apagó y me dormí o perdí el conocimiento o algo así. 

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